Desde que tengo memoria paso muchos veranos con Lucas, un amigo que es como un primo. Hubo uno que fue el que cambio las cosas y es que ahora lo veo como un hombre

Desde que era pequeño solía pasar un par de semanas de vacaciones de verano en la casa de la playa de unos antiguos amigos de mis padres. Íbamos mi madre, mi padre y yo, y allí nos recibían el matrimonio del que eran amigos y el hijo de estos, Lucas, que era un par de años mayor que yo y al que quería tanto como si fuese mi propio primo.

No fue hasta ese verano en el que yo acababa de cumplir quince años cuando me fijé en lo guapo que se había puesto Lucas con apenas diecisiete años. Había cambiado mucho desde el último verano. Bajé del coche de mis padres y ahí estaba él, más hombre que nunca. Llevaba un bañador blanco muy corto y una camiseta de tirantes roja. Cuando me vio se acercó y me dio un fuerte abrazo.

-¿Cómo va todo, Dani?

-Genial.

Mientras me abrazaba sentí su olor corporal, una mezcla de sudor y desodorante que me encantó.

Me instalé como siempre en su habitación, que tenía dos camas. Pasábamos las mañanas en la playa, las tardes en la piscina de su casa, y las noches dando vueltas por el pueblo, fumando y bebiendo. Cuando llegábamos a la cama siempre se nos hacía muy tarde hablando de mil cosas. Dormíamos los dos en calzoncillos y destapados, porque realmente hacía mucho calor esos días.

Entre tanta poca ropa a todas horas, yo no me cansaba de observar el cuerpo de Lucas. Sus piernas eran delgadas, pero fibrosas, y estaban cubiertas de pelo negro. Su torso también era muy delgado, y me fijé en que le habían empezado a salir unos pelillos en el pecho y los pezones, aunque lo que más me gustaba era ese camino de vello negro y espeso que surgía bajo su ombligo y descendía hasta perderse en la goma del bañador. De cara estaba guapísimo. Sus rasgos se habían endurecido, aunque seguía teniendo la dulzura de siempre. Unos pelillos decoraban su barbilla y sus mejillas.

Yo, sin embargo, aún no había sufrido el cambio físico de Lucas. Mi cara seguía siendo muy aniñada, llena de granos, ysolo tenía unos pocos pelos en las piernas y otros pocos en las axilas, y mi cuerpo era un poco fofo, aunque no estaba gordo. Eso sí, mi pene ya estaba rodeado por una importante mata de pelo bien negro.

Una de las noches en que habíamos estado bebiendo y fumando antes de ir a dormir, me desperté por culpa de una pesadilla. Abrí los ojos y me quedé mirando al techo, esperando que volviera a entrarme el sueño. Aunque deseché la idea de volver a dormirme cuando, en el silencio de la noche, escuché un ruido que venía de la cama de Lucas. Sonaba como un roce acompasado y una respiración un tanto entrecortada. Desvié la mirada hacia su cama con disimulo, sin que notara que estaba despierto, y vi lo que me estaba imaginando: Lucas se estaba pajeando boca arriba en su cama. Solo le iluminaba la luz de la luna que entraba por la ventana, así que apenas podía distinguir nada. Pero sí que pude ver que ni siquiera se había quitado los calzoncillos. Él siempre llevaba bóxers anchos, así que simplemente había sacado su polla por una de las perneras.

Mi polla también empezó a ponerse dura, aunque no me la toqué ni me moví. Y así, viendo cómo Lucas se masturbaba y, finalmente, se corría sobre sus calzoncillos remangados, me dormí aquella noche.

Cuando desperté estaba solo en el cuarto. El sol entraba por la ventana y la cama de Lucas estaba desordenada y vacía. Mi polla seguía tan dura como lo estaba la noche anterior, así que aproveché mi soledad para acariciármela un poco. Como sentí que la casa estaba en silencio, decidí aprovechar para hacerme una buena paja, así que me quité los calzoncillos y empecé a masturbarme mirando hacia el techo, como Lucas la noche anterior. Hubo un momento en que miré hacia su cama, imaginándomelo tal y como lo había visto anoche, y entonces vi algo tirado en el suelo: los calzoncillos que llevaba ayer, esos que no se había quitado para pajearse. No lo dude ni un segundo, alargué la mano, los cogí y me los llevé a mi nariz. Aspiré el aroma de su ropa interior. Olía a sudor y a semen, y eso me hizo excitarme más que nunca. Mi polla estaba en su máximo esplendor,  y el líquido preseminal ya chorreaba por mi mano. Entonces se me ocurrió ponerme los calzoncillos de Lucas, sacarme la polla por una de las perneras y pajearme así. Me sentí tan cerca de Lucas, y sobre todo tan cerca de su polla, que no tardé mucho tiempo en correrme. Parte de mi semen cayó sobre mi estómago, pero la mayoría cayó en los calzoncillos de Lucas. Me los quité, me limpié el estómago con ellos, y los dejé tirados donde los había cogido. La idea de que su semen y el mío estuviesen juntos en ese trozo de tela me volvía loco.

Lucas me sorprendió entrando en la habitación de golpe. Yo me tapé con la sábana con un movimiento rápido.

-¿Qué hacías? – dijo con una sonrisa pícara.

-Nada.

-Pues venga, corre, vístete, voy a llevarte con la moto a un sitio muy guay que descubrí hace unos días.

Me puse unos calzoncillos limpios, unos vaqueros cortos y la primera camisa que cogí y fui a la puerta de la casa, donde Lucas ya me esperaba subido en su moto. Él llevaba puesto un pantalón de chándal corto y una camiseta de tirantes. Me subí en la moto detrás de él y arrancó.

Me llevó a un lugar alejado, y después de un camino que tuvimos que recorrer andando, encontramos un pequeño lago de agua cristalina. Unas rocas enormes rompían la superficie, y Lucas me retó a subir hasta ellas, porque las vistas iban a ser espectaculares.

Se quitó la camiseta, se la enganchó en la goma del pantalón y comenzó a subir las rocas. Yo volví a perderme en su cuerpo, tan bonito que no podía dejar de mirarlo. Le imité quitándome también la camisa y sujetándola en mi cinturón y le seguí a lo alto de la roca.

Las vistas desde arriba eran espectaculares. Se veía todo el lago rodeado de árboles, y a lo lejos se distinguía el pueblo, hasta se podía ver un poco de mar. Pero yo no podía dejar de fijarme en Lucas. Estábamos sentados en lo alto de la roca más alta. Él miraba al horizonte. Yo no podía parar de mirar su torso. Esos pelillos bajo su ombligo. Esos abdominales sutiles. Esas clavículas tan marcadas.

-¿Por qué me miras tanto? – me dijo. Yo aparté la vista.

-No te miro…

Él sonrió y se puso en pie.

-¿Sabes qué molaría? –dijo-. Saltar desde aquí arriba hasta el lago.

-¿Qué dices?

-Venga, vamos a hacerlo. Tiene que ser un salto genial.

-Pero no me has dicho que trajera bañador.

-No nos hace falta bañador, tío.

Y mientras lo decía, se quitó sus deportivos y se bajó los pantalones. Llevaba unos calzoncillos anchos, con dibujos de cactus sobre un fondo azul oscuro. Yo pensaba que se quedaría así, pero sin dudarlo ni un segundo se quitó también los calzoncillos y los dejó con sus pantalones. El corazón me dio un vuelco cuando le vi así. Su polla flácida era bastante larga y gorda, y un poco más oscura que el resto de su piel. Además se había recortado un poco los pelos que la rodeaban, por lo que se destacaba aún más. Se dio la vuelta para asomarse hacia el lago y pude ver su culo, pequeño y peludo.

-Vamos, Dani. ¡Va a ser una pasada!

Yo me puse en pie, me quité mis deportivos y me desabroché con lentitud los vaqueros. Notaba en mi polla una semierección, y me daba vergüenza que Lucas se diera cuenta. Me bajé los pantalones y me quedé en calzoncillos, unos bóxers negros. Me acerqué a donde estaba Lucas para asomarme al lago.

-Vamos, quítate eso, si no tendrás que volver con la ropa mojada – me dijo cuando vio que todavía llevaba los calzoncillos.

Decidí no pensármelo más y me bajé los calzoncillos con un rápido movimiento. Sentí la brisa en mi culo.

-¡Vaya! – dijo Lucas mirándome y sonriendo. Mi polla estaba más gorda y larga de lo normal. Me dio un poco de vergüenza tener tanto pelo ahí-. Sí que has crecido, ya eres todo un hombre. Venga, vamos a saltar. A la de tres. Una… dos… ¡y tres!

 

Estuvimos un rato nadando por el lago, jugando con el agua y explorando un poco la zona, hasta que nos cansamos y decidimos salir. Nos tumbamos en una zona de césped en la que daba de lleno el sol para secarnos. Seguíamos desnudos, y ya no me importaba ni me daba ninguna vergüenza. La naturalidad de Lucas se me había contagiado. Estuvimos un buen rato al sol, hasta creo que me quedé un poco dormido.

-Dani – escuché que me llamaba Lucas-, estás a tope.

-¿Qué?

Abrí los ojos y ví cómo señalaba con un gesto de la cabeza hacia mi polla. Estaba totalmente erecta, más dura que nunca. Me la tapé con las manos, avergonzado.

-No te preocupes – dijo Lucas-, es normal.

Nos quedamos callados. Yo no sabía qué decir ni qué hacer, y mi polla seguía dura. Pero entonces ví como la de Lucas también empezaba a ponerse dura, hasta que adquirió un tamaño parecido al de la mía. Y, sin ningún pudor, empezó a masturbarse.

-Venga, Dani- dijo mientras se tocaba-, vamos a descargarnos.

Yo empecé también a tocarme la polla, la rodeé con mi mano y comencé a pajearme.

-¿Has follado alguna vez? – me preguntó Lucas mientras seguía masturbándose.

-No- confesé yo.

-¿Y te la han comido alguna vez?

-No- dije entre jadeos.

-¿Te gustaría saber qué se siente?

Yo no sabía lo que quería decir, pero entonces sentí cómo se acercaba a mí, se ponía a cuatro patas a mi lado y se metía mi polla en la boca. Pensé que me iba a morir de placer. No podía ni hablar, y hasta me costaba respirar. Siguió comiéndomela sin parar, me tocaba los huevos con una mano y con la otra me acariciaba el pecho. Yo estaba tan excitado que no pude evitarlo y terminé corriéndome dentro de su boca. Él escupió mi semen sobre el césped y se rió.

-¿Qué te ha parecido?

Yo no podía ni hablar, tenía que recuperar la respiración. Pero antes de que lo lograse, Lucas se puso de rodillas entre mis piernas y siguió pajeándose.

-Date la vuelta – me susurró.

Yo le hice caso y me puse boca abajo. Él me agarró de la cintura y subió mi culo a la altura de su polla. Yo dejé que hiciera todo lo que quisiera. Empezó a restregarla por mi ano. Estaba húmeda y me estimuló mucho. Metió un poco la punta en mi ano y yo me estremecí. Él me acarició la espalda y me relajé un poco, así que aprovechó para metérmela entera por el culo. Chillé de dolor, pero le dije que no parara, porque le placer que sentía superaba al dolor. Empezó a mover su cadera con movimientos suaves, hasta que terminó con unos movimientos muy bruscos. Yo gritaba cada vez que sentía dolor, y él jadeaba de puro placer. Menos mal que en la soledad de ese bosque nadie podía escucharnos. Pensaba que me iba a morir de placer cuando Lucas soltó un grito, todo su cuerpo se estremeció y sentí su corrida dentro de mi culo. Sacó su polla de mí, se tumbó a mi lado boca arriba y me sonrió.

-Espero que te haya gustado.

Yo no pude decir nada. Estuvimos un rato más así, tumbados y callados. Después nos metimos en el agua otra vez para limpiarnos el semen de nuestros cuerpos, y cuando volvimos a secarnos fuimos a lo alto de la roca a por nuestra ropa. Nos vestimos también en silencio.

Llegamos a casa y nuestros padres nos esperaban para comer. En la mesa, yo no podía dejar de pensar en lo que había sucedido en el lago, y Lucas y yo no parábamos de mirarnos mientras nuestros padres hablaban de sus cosas.

Por la noche, en nuestra habitación, nos metimos cada uno en nuestra cama y nos fuimos quedando dormidos en silencio. Ese verano no volvió a pasar nada entre nosotros. Pero tal vez cuente experiencias de otros veranos con Lucas.