Cruzando limites inesperados, la primera vez que tuvimos relaciones y uno de nuestros encuentros extremos

La historia que les voy a contar sucedió hace ya algunos años. No proporcionare ningún detalle sobre mi persona ni de la mujer con la cual esta historia sucedió.

Solo diré que: cuando esto sucedió yo pasaba los 50 años de edad y ella se acercaba a los 50. También diré que, por razones de trabajo de ella, nos veíamos casi todas las semanas y yo tenía acceso al departamento donde ella vivía. Otro aspecto que es relevante sobre mi persona (para que esta historia sea entendida como es mi intensión) es que soy extremadamente meticuloso con la higiene personal, a tal punto que solo tengo que ver a una persona en general, y a una mujer en particular, con algo que no esté “impecablemente limpio”, es suficiente para que mantenga distancia. Para que puedan apreciar esto, les doy un ejemplo: cuando veo a una mujer que su pelo no está “impecable”, es suficiente para que me cause repulsión el solo pensar en besarla.

Tampoco describiré mi físico ni mi “equipamiento”. Solo diré que no me puedo quejar de lo que la naturaleza me proporcionó.

Ahora a la historia. Les comentare dos de los tantos episodios que tuve con ella: La primera vez que tuvimos relaciones, y uno de nuestros encuentros en el que ambos llegamos a niveles que no creía eran posibles (teniendo en cuenta nuestra edad).

Nos veíamos, como dije, con cierta frecuencia y en circunstancias en las cuales había gente a nuestro alrededor. Siempre la vi como una “persona” (no como una “mujer”) muy simpática, con sentido de humor sano, inteligente y responsable (esto último era fundamental para el trabajo que ella hacia).

De a poco, nuestra relación evolucionó a cierto tipo de amistad. A medida que pasaba el tiempo, nos contábamos cosas más y más intimas sobre nuestra vida (ambos somos casados con hijos). Charlábamos cuando nos veíamos, por teléfono o por whatsapps. Muchas veces yo tenía que visitar su departamento para hacer ciertos arreglos, cosa por la cual en una oportunidad  le dije (en broma) que le voy a empezar a cobrar por los arreglos.

Creo que puedo señalar dos eventos que fueron los desencadenantes de todo lo que paso:

1)      En una oportunidad, charlando y contándonos chistes por whats, le pregunté si se depilaba “ahí abajo”. Después de unos minutos me contesto: “Perdón por le demora, pero tu pregunta me resulto muy graciosa. Sí, me afeito MODERADAMENTE.” No quise indagar más pero, como se imaginarán, me quedé con la duda sobre su definición de “MODERADAMENTE”.

2)      Charlando sobre otro arreglo que tenía que hacer, le dije (bromeando) que esta vez voy a tener que cobrar. Su respuesta me dejó un poco descolocado: “Y cuanto quieres que te pague?”. Mi respuesta fue: “El precio te lo dejo a vos, pero hay una condición: no te puede costar ni siquiera un centavo. El pago tiene que ser con productos y no con dinero”. Mi idea era que me prepare una rica cena o algo por el estilo.

El día que fui a su departamento para hacer el arreglo, yo ya me había olvidado de la conversación. Una vez terminado el arreglo me dice: “Bueno, ahora tengo que pagar…”. Se acerco a mí, me miro a los ojos, y me dio un beso “minúsculo” sobre mis labios. Me dejo petrificado…

Yo no esperaba eso. Lo peor fue que… ME ENCANTO! Sus labios tenían un sabor dulce, suave. Cundo reaccioné, me di cuenta que tenía una erección tremenda, que se me notaba en el pantalón. Como pude, me acomodé la ropa y seguí como si nada, pero ese evento había inicializado un proceso en mi mente sobre el cual yo ya no tenía ningún control.

Los siguientes días pasaron normalmente, con charlas que no tocaron el tema.

En una de las charlas, el tema “masaje” surgió. Le comenté que tengo muy buenas manos, a lo cual ella respondió: “Entonces, te puedo pedir que me hagas un masaje? Hace mucho que no me hago y siento el cuerpo entumecido”. Le dije que si, y que lo haríamos cuando se de la oportunidad, la cual llego a los pocos días…

Por razones que no son de importancia, un día tuve que quedarme a dormir en su departamento. Llegué a departamento donde ella vivía (sin su familia, que vivía en otro lugar) a eso de las 20Hrs. Ella acababa de ducharse. Cuando me abrió la puerta de inmediato pude sentir el olor que su cuerpo emanaba. Ella no usaba ningún perfume (salvo champo, y jabón de baño) y, por lo tanto, era el olor de su piel, de su cuerpo. Quedé totalmente embriagado y demoré unos segundos para entrar.

Una vez adentro, ella me ofreció café y se fue hacia la cocina. Fue la primera vez que la miré … me corrijo: la ADMIRÉ…

Vestía pijama de dos piezas, color blanco, la parte de arriba era una camiseta de tiritas (sin mangas) y la parte de abajo era un pantalón corto. Era un pijama normal que cualquier mujer usaría.

Cara bonita, piel suave, morena, pelo negro, piernas bien formadas, pechos medianos, cuerpo bien proporcionado.

La seguí hacia la cocina mirándola de pies a cabeza, oliendo como un perro. Me senté junto a la mesa y seguí morándola. Aun sintiéndome bastante incomodo por la situación, no podía sacarle los ojos de encima. Tomamos el café charlando de cosas triviales, hasta que en un momento me preguntó si estaba dispuesto a hacerle un masaje. Sin pensarlo, le dije que sí.

Acomodamos en el piso del salón un colchón. Era verano y hacía calor, pero no era un calor sofocante. Mientras ella acomodaba las cosas y traía una crema, yo me fui a cambiar (me vestí un short y una remera).

Apagamos todas las luces salvo una que me permitía ver un poco, y comenzamos.

Antes de continuar quiero aclarar que yo no tenía ninguna intención de llegar a algo con ella. En mi mente solo había el pensamiento de “hacerle un masaje” y nada más. Como ya dije, estoy casado, soy muy feliz con mi esposa, la adoro, y ella es todo en mi vida.

Le pedí que se acueste boca abajo, me arrodille en el piso junto a ella y empecé a masajear sus pies. Mientras lo hacía, pude observarla mejor. Sus pies son pequeños, bien formados, bien cuidados, impecablemente limpios. Sus piernas bien torneadas, suaves, frescas, bien proporcionadas.

A medida que iba subiendo mis manos hacia las pantorrillas, pude notar que ella empezaba a estar un poco inquieta. Le pregunte si le estaba doliendo o molestando de alguna manera, a lo cual me respondió que no y que siga. Así lo hice.

Seguí subiendo por las piernas hasta llegar a unos 3 cm de su intimidad. No quise aventurarme más. Lo que seguía era su espalda. Me moví hacia arriba, subí un poco la camiseta del pijama (más o menos hasta la mitad de su espalda) y empecé a masajear su cintura y hasta donde mis manos podían llegar sin correr la camiseta. Obviamente, no podía llegar a las partes más importantes para el masaje, que son la parte superior de la espalda.

Después de unos minutos le dije que hasta ahí era donde podía llegar sin manchar el pijama con crema, y le pregunte si se quería sacar la camiseta. Ella no respondió y simplemente se saco la camiseta (siempre boca abajo).

Le corrí el pelo hacia un costado y seguí con mi masaje, dedicándole casi 20 minutos a los hombros y resto de la espalda.

Todo el tiempo que masajeaba su cuerpo, pude sentir que cuando mis manos tocaban ciertas partes, todo su cuerpo se estremecía.

Terminada la espalda le pregunte si quería que siga en esa posición o se quería dar vuelta, a lo que me contesto que quería seguir así un poco más, que mis masajes le hacían muy bien. Seguí entonces masajeando su espalda, pero esta vez bajando hacia su cintura.

Cuando llegue a su cintura le pregunté si prefería sacarse el pantalón pijama para que no se manche con la crema. Su respuesta fue levantar un poco la cadera para facilitarme el trabajo de sacarle el pantalón. Mis manos, a este punto, me temblaban. Ella era la primera mujer sobre la cual yo estaba poniendo mis manos desde que me casé, hacia más de 25 años. Fui a bajarle el pantalón con tal torpeza que le baje, hasta la mitad de la cola, el pantalón y la bombacha. Me quede helado! No sabía cómo ella iba a reaccionar. Ella se quedo inmóvil, esperando a que yo termine de sacarle el “pantalón”. Me quede por unos segundos mirándola. Lo que se veía de su cola puede ser resumido en una sola y simple palabra: “perfección”. Me desperté del sueño que duró unos segundos, y terminé de sacarle los pantalones y la bombacha. Ahí estaba, totalmente desnuda, su cuerpo embriagándome con su perfume. Con cautela, puse mis manos sobre su cola. La piel estaba tibia y suave. Puse más crema en mis manos y retome el trabajo.

Inicialmente, me ocupé de sus perfectos glúteos. Masajeaba lentamente sin aventurar mis manos o dedos a la “unión”. Lentamente, me di cuenta que mis manos ya no estaban masajeando esas dos obras de arte, sino que las estaban tocando, manoseando. Mi excitación era increíble, a tal punto que me movía teniendo cuidado de no causar mucho roce entre mi miembro y el pantalón por miedo a eyacular.

Después de unos minutos, le pregunte si se quería dar vuelta. Me imagine que no, dado que quedaría totalmente expuesta. Sin embargo, y contra todas mis expectativas, se volteo quedando boca arriba.

Ahí pude apreciar ya todo su cuerpo. Lo primero en lo cual me fije fue en su vulva. Ahora sabía lo que era “MODERADAMENTE”. Tenía pelos de hasta 4 cm de largo, pero todos en una superficie bien reducida alrededor de los labios vaginales.

Seguí con mis masajes, empezando otra vez por los pies y hacia arriba. Esta vez, al contrario de antes, aventure mis manos a la parte interior de las piernas, casi tocando su vagina. Aún sin llegar a tocarle los labios vaginales, pude sentir el calor y humedad que emanaban.

Me di cuenta que las partes internas de las piernas eran (lo que resulto ser una de las muchas) zonas erógenas de ella. Seguí con mis masajes hasta sentir que tuvo un pequeño orgasmo. Me moví hacia arriba y empecé a masajear la parte delantera de su torso, hasta depositar mis manos sobre sus senos. Su reacción fue increíble: como si le hubieran conectado cables eléctricos, su cuerpo empezó a temblar, retorcerse, sacudirse. Sus pezones estaban increíblemente erectos (aproximadamente 1.5 cm) y duros. En ese momento di por terminado el masaje y me dedique a llevarla a más orgasmos. Me moví hasta queda con mis dos rodillas a los costados de su cabeza, y empecé a manosearle los pechos (uso la palabra “manosearle” dado que ya no era un masaje; le estaba apretando los pechos, pellizcando los pezones y tirando de ellos suavemente). Continué así por unos minutos más hasta que ella se levanto, puso su mano en mi cuello y me atrajo hacia ella para besarnos. Fue un beso increíblemente caliente, voluptuoso y profundo, mientras que con una de mis manos seguía jugando con sus pezones.

A los pocos segundos tuvo otro orgasmo, esta vez mucho más masivo.

Después de haber probado esos labios, decidí que tenía que probar los “otros”. Me coloque entre sus piernas (que ella abrió al máximo), y empecé a gozar de lo pasaría a ser mi más grande fanatismo. Sentir ese gusto y ese perfume me llevo a lugares que nunca había estado.

Empecé besando cada milímetro de su entrepierna, labios vaginales y clítoris. La penetre con mi lengua miles de veces. Bebí sus jugos que salían sin parar. Seguí devorando ese manjar por no sé cuánto tiempo, la lleve a orgasmos 5 veces más hasta que me pidió que pare, que ya no podía respirar.

Ella estaba totalmente traspirada, el pelo pegado a su cuerpo, su respiración muy rápida. La dejé descansar ahí mientras que yo me levanté y me fui a sentar en un sillón contiguo.

A los pocos minutos se sentó, me miro con una expresión de satisfacción en toda su cara, i se vino a sentar junto a mí.

Apoyo su cabeza en mi hombro, y con su mano derecha me acariciaba el pecho. A los poco minutos puso su mano sobre mi miembro (todavía durísimo y atrapado en la ropa) y me pregunto: “querés vos también tener total satisfacción?”. Asentí con mi cabeza. Me bajo los pantalones y sin perder ni un segundo se metió mi miembro en la boca, tan profundo como pudo, hasta que yo sentí como se topaba con su garganta.

Me chupó, lamió y succionó con total dedicación y sin parar hasta que me hizo explotar. Cuando ella sintió que yo estaba por venirme, se metió mi miembro lo más que pudo, con su lengua lo acarició lentamente, y recibió toda mi leche sin moverse. Luego, con infinita elegancia, se levanto, trajo pañuelitos de papel, descargó lo que todavía tenía en su boca en uno, y me limpió muy suavemente.

Yo seguía en shock total. Esa no fue lo que se podría llamar la mamada de mi vida, pero si fue una experiencia que me dejo una marca muy profunda. Solo después de un tiempo pude entender hasta donde esa marca llegaba.

Después de descansar unos minutos, nos fuimos cada uno a su cama a dormir. Mi mente no dejaba de revivir cada momento. Sentía una enorme culpabilidad por lo que había hecho (les recuerdo que soy casado y muy feliz con mi esposa), pero no podía evitar excitarme cuando recordaba cada detalle de lo que había sucedido esa noche.

Los días pasaron y nuestras conversaciones retomaron “casi” su tono normal. Digo “casi” dado que se agregaron nuevos temas, comentarios y preguntas.

Una de las preguntas nuevas vino de ella. Me preguntó que pienso de su depilación “MODERADA”. Le dije que me gusta pero, de acuerdo a mi experiencia, se el sexo se disfruta mucho más si estuviera totalmente depilada.

El tiempo pasó y yo pasaba por una guerra interna. Por un lado no quería engañar nuevamente a mi esposa, pero por otro lado mi deseo de tener a esa mujer se acrecentaba a cada minuto. Decidí que le propondría encontrarnos una sola vez, tendríamos relaciones completas una sola vez, y dejaríamos ahí las cosas. Así se lo propuse y, después de unos días de pensarlo, me contesto positivamente.

Nos encontramos en un hotel. Yo ya había tomado una habitación y la estaba esperando nerviosísimo. Cuando sentí que golpearon la puerta, todo mi cuerpo se estremeció. Abrí la puerta e inmediatamente entró. Se quedó parada dándome la espalda y mirando la cama. Creo que ella también se sentía rara, incomoda, indecisa como yo.

Me acerque, la abrace por atrás, y nos quedamos unos segundos sin movernos hasta que ella reposó su cabeza en mi hombro. Acerqué mi boca a su cuello y la besé, lentamente, milímetro por milímetro, desde el hombro hasta la oreja. Ella no demoro mucho y empezó a jadear. Con suavidad la desprendí de su cartera y puse mis manos sobre sus pechos. Ya en ese momento tenía los pezones erectos y durísimos.

La gire y nos besamos, tiernamente al principio, violentamente después. Mis manos recorrían todo su cuerpo descaradamente mientras ella masajeaba mi miembro ya totalmente erecto por sobre el pantalón.

Nos separamos y empezamos a desvestirnos, ella dándome la espalda. Ahí pude apreciar por primera vez su cuerpo. Como dije, tiene un cuerpo bien proporcionado salvo su cola, que es perfecta: nalgas paradas, firmes y redondas.

Cuando termino de sacarse la ropa se dio vuelta para que la pueda mirar. Se había depilado totalmente. Me dijo: “veremos si tenias razón”.

Ambos subimos a la cama y nos encontramos en el medio, arrodillados frente a frente, tocándonos en forma descarada, besándonos como si ese fuera nuestro último minuto de vida.

La recosté boca arriba i comencé a besarla y lamerla de pies a cabeza. Mientras lamia su abdomen tuvo su primer orgasmo. No fue enorme, pero su vagina se lleno de esos jugos que yo tanto deseaba.

Seguí bajando hasta llegar a su entrepierna. El olor que emanaba de su vagina me enloquecía. No pude contenerme y me abalance sobre ella. La chupé, mordí, succioné y perfore con mi lengua. Ella jadeaba cada vez más hasta llegar a su segundo orgasmo.

Puse una almohada junto a su cadera y la hice girar de tal forma que ahora tenía la cadera sobre la almohada. Empecé a recorrer toda su parte posterior con mi boca, empezando por los pies y piernas, siguiendo por su espalda y hombros, y llegando a su cola. Con mis manos separé sus nalgas y ahí lo vi, ese agujerito que tanto quería probar. Lo bese un par de veces y luego comencé a lamerlo. De inmediato pude sentir como se relajaba. Lo penetre con la lengua hasta que quedo apenas abierto y bien lubricado. Comencé a meter un dedo, lentamente, moviéndolo suavemente. Me fue evidente que esa era la primera vez que algo entraba por ahí. También para ella fue una gran sorpresa dado que en pocos minutos tuvo in tremendo orgasmo (Nro. 3).

La gire nuevamente, levante sus piernas, introduje mi pulgar en su cola, y seguí comiendo esa vagina que, a esta altura, estaba totalmente inundada de sus flujos. Esta vez, la estaba comiendo brutalmente mientras metía y sacaba mi dedo de su cola. Ella, por su parte, movía su cadera mientras que con las dos manos presionaba mi cabeza hacia su entrepierna. Así vino su 4to orgasmo. Fue mucho más violento que los anteriores. Levanto su cadera en el aire con mi cabeza todavía mantenida sobre su vagina por sus manos. Un espasmo, otro espasmo, y se desplomo sobre la cama.

Espere un par de minutos para que retome su respiración, y la di vuelta otra vez, cadera sobre la almohada. A esta altura, mi erección era tremenda. Dirigí mi miembro a la pequeña entradita de su cola y presione lentamente. Ella reacciono diciéndome que nunca lo había hecho por ahí, y que tenía miedo. La tranquilice diciéndole que apenas le duela me diga y, si eso es lo que ella quiere, saldré.

Seguí empujando muy lentamente hasta que todo lo que podía entrar estaba adentro. Me quede un minuto sin moverme para que se acostumbre, pero para mi sorpresa fue ella la que empezó a moverse. Así, lentamente, el ritmo empezó a subir como también la violencia con la que se la metía. Ella repetía una y otra vez “que bueno, me gusta…”. No pasó mucho tiempo y tuvo otros dos orgasmos, el último fue fuertísimo cosa que me hizo acabar a mí también. Fue una eyaculación interminable. Sentí como mis testículos de vaciaban, disparo tras disparo.

Cuando terminamos y nos calmamos, me acosté a su lado pero con buena vista a su hermosa cola. Tenía el ano totalmente dilatado, palpitando, lleno de mi leche. No lo pude creer pero ver eso hizo que mi miembro retome vida a pesar de haber acabado hacia pocos minutos. Ella giró si cabeza para mirarme, y pudo ver como mi miembro empezaba a pararse, palpitando. Se levanto, fue al baño regresando después de un par de minutos. Cuando la abracé me di cuenta que se había lavado la cola (ella sabía que yo no acercaría mi boca a su vagina o cola si toda esa zona estaba llena de mi semen).

Sin decir nada, me empujó para que yo quede acostado boca arriba y se montó para hacer un 69. Sobre mi cara estaba su vagina que emanaba un calor increíble y ya estaba mojada nuevamente.

Empezamos a comernos mutuamente. Ella me comía y masturbaba violentamente. Usaba ambas manos para apretar mi miembro con toda su fuerza. Yo, por mi parte, me deleitaba con los jugos ya abundantes mientras con dos dedos jugaba en la entrada de su cola. A los pocos minutos le metí dos dedos en la cola que todavía seguía abierta y empecé a bombear. Al minuto tuvo su séptimo orgasmo. Fue violento. Su cuerpo se estremeció, sacudió varias veces. Luego siguió comiéndose mi miembro más violentamente, hasta que yo sentía que me dolía un poco.

Pasaron unos minutos más y acabamos juntos. Mi orgasmo fue tan grande que arque mi cuerpo levantándola en el aire. Con mi mano le empujé la cabeza metiendo mi miembro casi totalmente en su boca. Solo cuando sentí sus arcadas la liberé.

Caímos en la cama rendidos, quedándonos en esa posición, mi cara recibiendo el goteo de sus flujos.

Ese fue su octavo orgasmo y mi segundo. Pensé que ahí había terminado nuestra sesión de amantes. Más tarde descubrí lo equivocado que estaba…

Nos quedamos acostados, conversando. Me confesó que, cuando tenía relaciones con su marido, muchas veces se quedaba con las ganas (no llegaba a un orgasmo) y, cuando si llegaba, tenía solo uno. Me dijo que nunca se había imaginado que podía disfrutar tanto, que podía “volar” a las alturas a las cuales había llegado. Me confesó que esta había sido la primera vez que su cola había sido penetrada y que, a su sorpresa, le gustaba más que por la vagina. Se acercó, me abrazó, y me susurró al oído un agradecimiento sincero por haberle permitido conocer algo nuevo, algo que nunca se había imaginado que podría ser parte de su vida. Nos besamos suavemente y nos quedamos sentados en silencio.

Al rato me levante para darme una ducha. Me sentía acalorado y pegajoso. Me metí en la ducha y dejé correr el agua por unos minutos. Me refrescaba. Así estaba, con los ojos cerrados, cuando siento algo tibio tocando mi miembro. Abrí los ojos y era ella, arrodillada en el piso, besando y lamiendo mi miembro. La miré y le pedí que pare que quería orinar. Me dijo (mas como orden que como sugerencia) que orine. Al principio me costó dado que ya estaba semi-parado, pero el chorro empezó a salir. A mi sorpresa, ella apuntó el chorro a su cara y cuerpo. Aparentemente, eso la excitó nuevamente dado que puso su mano en su entrepierna y empezó a masturbarse. Espero hasta que termine de orinar y me empezó a mamar mientras seguía masturbándose. Cuando vio que mi miembro adquirió la dureza necesaria, se paró, volteó, apoyó su mano izquierda en la pared, con la derecha tiró de su nalga hacia afuera y me dijo “Quiero más! Rompeme!!”. Miré hacia abajo y pude ver que su ano semi-abierto (unos 2 cm) palpitaba, se abría y cerraba como llamándome.

No me demoré ni un segundo y se la clavé de un empujón hasta el fondo. Pasé mis manos hacia sus pechos y empecé a apretarlos. Sus pezones estaban otra vez durísimos.

Comencé el vaivén, pero era asimétrico dado que cada vez que empujaba lo hacía con violencia. Bajé una de mis manos y empecé a jugar con su clítoris. Ella estaba llegando a un orgasmo todavía más alto de lo que había tenido hasta ahora. Aceleré mis movimientos (de mi cadera y de mis dedos en su clítoris) hasta que ella explotó. Sentí como su ano se contraía, sus piernas le temblaban, con su mano agarro la mía (que estaba jugando con su clítoris) y la apretó hacia su vagina. Todo su cuerpo se endureció por unos instantes mientras un suave “aaaaa….” Salía de su garganta.

En un momento tuve que sostenerla dado que sus piernas flaquearon. Cerré la ducha, la sequé con una toalla, y la ayude a llegar a la cama mientras me secaba con la otra mano.

Ella cayó de boca sobre la cama. La miré, me acerqué y me fui directo a comerme esa cola perfecta. Yo seguía con mi erección (no podía creerlo; tenía una erección total después de haber acabado dos veces!!). Apunte mi miembro a su cola totalmente abierta y se lo volví a clavar cayendo totalmente sobre ella. Le besé los hombros, el cuello, la oreja mientras despacito movía mi cadera arriba y abajo. Así estuve por unos minutos hasta que empezó nuevamente a jadear. Me decía nuevamente que lo que estaba haciendo la excitaba terriblemente, que le gustaba, que quería que la siga penetrando por atrás sin parar.

Empecé a bombear más rápido y con más fuerza, hasta que sentí como ella tenía otro orgasmo (su decimo). Yo no aguante mucho más y también me vine.

Me quede sobre ella unos minutos y luego me moví para estar a su lado. Me dormí casi inmediatamente (y supongo que ella también). Solo habían pasado 2 horas desde que ella llego a la habitación del hotel.

Estaba profundamente dormido, pero sentí un movimiento en la cama. No le di importancia e intenté seguir durmiendo otro poco. A los pocos segundos, sentí otra vez que la cama se movía, pero era algo distinto. Pesadamente abrí los ojos y lo que vi me dejo perplejo: Ella estaba arrodillada en la cama, mi cabeza entre sus rodillas, una mano en la pared para mantener el equilibrio, y con su otra mano se estaba masturbando sobre mi cara (mas tarde me comento que el pensamiento de hacerlo la había excitado mucho, y por lo tanto lo hizo). Los primeros momentos los pasé inmóvil, disfrutando de la visión que tenía a pocos centímetros de mi cara. Se estaba masturbando, diría, con brutalidad. Seguí ahí, sin moverme hasta que tuvo un orgasmo, siguiendo luego con su masturbación. Gire la cabeza para besarle y lamerle los muslos. Cuando sintió que la toqué (y por lo tanto estaba despierto), simplemente se sentó sobre mi cara y empezó a cabalgarme furiosamente. En segundos tuve la cara totalmente cubierta de sus flujos. Yo apenas podía respirar, pero no quise interrumpirla. Le comía la vagina como podía, metiendo mi lengua hasta el máximo. No demoro más de un par de minutos y tuvo otro orgasmo. Esta vez, fue monumental… Todo su cuerpo se puso rígido, se sentó con todo su peso sobre mi cara y con sus manos tirando de mis pelos hacia arriba (o sea, creando mayor presión sobre su vagina) dejándome imposibilitado de respirar. A los pocos segundos se relajó y cayó de costado a mi lado. Estaba como desmayada, respirando profunda y rápidamente. Me levante un poco para verificar que no estaba lastimada (sorprendentemente no) y me recosté a su lado, acariciando su brazo izquierdo y esperando que reaccione.

Pasaron unos minutos, abrió los ojos y me miro por unos segundos con una dulce sonrisa y sin decir nada. Se acercó, me beso dulcemente sobre mis labios, y me dijo “dame unos minutos”. Yo me levante, fui al lavabo para limpiarme y secarme la cara, luego a la cocina por un vaso con agua, y regrese a la cama ofreciéndole el vaso con agua.

Pasaron unos minutos y me dijo: “No tengo explicación para lo que me está pasando. Mi vida sexual es, lo que se llamaría, normal. Como te dije, con mi marido no tengo gran cosa, pero no siento gran necesidad de saciar deseos. Desde el masaje no puedo dejar de pensar en estar con vos, tengo que usar paños higiénicos todo el tiempo dado que estoy constantemente mojada. Y lo que está pasando hoy…”.

Se quedó pensativa por unos momentos, luego siguió: “No sé cuantos orgasmos ya tuve…” (hicimos la cuenta juntos, y llegamos a 12) “… y quiero más, pero las piernas no me dan más. Quiero que me sigas dando. Quiero que me hagas todo lo que quieras y que me lleve a más orgasmos. Te tengo total confianza y, por lo tanto, te doy mano libre para que hagas lo que te parezca.”.

Me quedé pensativo. Yo ya había acabado dos veces y no sabía cuánto más podría seguir con semejante ritmo. La acaricié, abracé, y la mantuve pegada a mí mientras pensaba.

Lentamente la separé un poco y le dije que venga conmigo. Fuimos al sillón donde me senté (todavía tenía erección) y le dije que se pare de espaldas a mí y se incline hacia adelante (tenía la intensión de mojarle un poco la cola para penetrarla nuevamente). Cuando lo hizo y separe con mis manos sus nalgas, vi que tenía el ano empapado con sus propios jugos y estaba abierto. Le dije que se siente encima mío dándome la espalda. Apunté mi miembro a su cola donde entró sin ninguna dificultad. Tire de sus piernas para arriba y los costados, hasta que sus pies quedaron apoyados en el sillón junto a mis rodillas. Con el brazo derecho la abracé pegándola a mi cuerpo, mientras que con la otra empecé a masajear su vagina. Su reacción fue casi inmediata. Tiro la cabeza hacia atrás (apoyándola en mi hombro derecho), cerró los ojos y me dijo: “si…. Esto me gusta mucho…”. Moví mis caderas como pude, mientras alternadamente jugaba con su clítoris o metía dos o tres dedos en su vagina.

Estuvimos así hasta que tuvo tres orgasmos más. No fueron tan grandes como los anteriores (supongo que el cuerpo no le daba más), pero finalmente me dijo que quedó satisfecha.

Nos quedamos descansando en esa posición, mi miembro todavía duro y dentro de su cola. Ella se fue al baño y yo a la cama. Estaba agotado.

Cuando regresó, estaba recién bañada y nuevamente emanaba ese olor que me enloquecía. Me miró, recorriendo mi cuerpo con sus ojos viendo mi miembro semi parado. Se acercó, me besó, y me susurro: “Ahora es mi turno de atenderte”.

Me besó nuevamente y se puso entre mis piernas, con su cara directamente sobre mi miembro. Empezó a acariciarlo, besarlo y lamerlo como si fuera un helado. Increíblemente, mi miembro reaccionó y se fue endureciendo. Lentamente, empezó a acelerar y profundizar el “tratamiento” que me estaba dando. No pasaron más de 5 minutos y eyaculé. No fue algo masivo, pero lo disfruté enormemente.

Cuando me repuse, me di cuenta que ella seguía trabajando, ahora mas vigorosamente. No lo podía creer, pero con su “tratamiento” ella estaba logrando mantener mi erección. Apoyé nuevamente la cabeza en la espalda y me dejé llevar.

Ella se metía mi miembro hasta la garganta y succionaba fuertemente. Alternadamente me masturbaba con fuerza, me tiraba del miembro y aplicaba pequeños mordiscones en los costados. Creo que estuve así otros 20 minutos hasta que me hizo eyacular una vez más dentro de su boca.

Se levantó, trajo una toalla del baño y me limpio.

Se tendió a mi lado y me dijo: “Espero haberte dejado tan satisfecho como vos a mi”. Hicimos la cuenta:

Ella tuvo 16 orgasmos y yo 4. Todo esto en menos de 4 horas desde que nos encontramos.

Después de ese encuentro hubo más, y en algunos dimos rienda suelta a nuestras fantasías que fueron nuevas para ambos. También, logramos “romper” los records de nuestro primer encuentro.

Pero esto será parte de otro relato.