Mi compañero de universidad se auto invita a mi casa y se termina follando a mi madre, yo me masturbo al verlos follar

Hola a todos, mi nombre es Pablo y, lo que voy a contar es la situación que, durante un tiempo tuve que sufrir en mi casa, todo por una mala elección de, lo que creí sería un fiel amigo, y acabo siendo una abominación sin moral ni escrúpulos.

Bien, empiezo, como he dicho mi nombre es Pablo, tengo 18 años y vivo con mi madre, la cual tiene 35, ya que me tuvo con 17 años, y se separó de mi padre hace 6 años, en los cuales solo tuvo a un novio, que yo sepa, los cuales rompieron su relación a los 2 años de iniciarla, o sea, hace 2 años.

Yo soy un chico de constitución normal, delgado, de 1.70 de altura, llevo gafas, soy moreno de pelo y de piel, como mi padre, ojos marrones y con poco éxito entre las chicas.

Mi madre se llama Laura, ella es muy guapa, no porque sea mi madre, es realmente preciosa. Ella e morena, aunque e rubia teñida y le sienta fantásticamente bien. Ella mide 1.67, y tiene un cuerpazo, ya que hasta hace 5 años hacía ballet, lo lleva haciendo de toda la vida, pero ya no era posible combinar con su trabajo de cajera de supermercado. Tiene un cuerpo…pues os podéis imaginar, un buen culo, cintura estrecha y una 95 de pecho, va siempre con pantalones ajustados, o falditas por encima de la rodilla, ya que tiene unas piernas perfectas, así como unas nalgas que, hasta yo en ocasiones las he mirado, ya que cuando se pone falda o mallas y bajo tan solo lleva un tanga, se pueden observar como estas se mueven a cada paso, siendo realmente morboso. En ocasiones confieso que, más de una paja me he hecho viéndola, mirando sus nalgas, imaginando lo que bajo esa fina tela se movía con tanta soltura cuando tan solo llevaba un pantaloncito suelto del pijama y bajo no llevaba bragas, o llevaba un tanga que no daba sujeción a esas perfectas y delicadas nalgas. Pues bien, recuerdo como accedí a llevar a mi compañero, ahora ya amigo, por lo menos eso creía, para fardar delante de mi madre de ser el amigo del chico más popular del colegio, y el que más existo tenía con las tías, se rumoreaba que tenía un rabo enorme…y se rumoreaba que se había follado a la profesora de inglés, en fin, también un repetidor…y eso no creo que le haga mucha gracias a mi madre.

Ramón, es el chico más problemático del colegio, gran repetidor, aunque eso no parece que le importe demasiado, pues siempre se le ve rodeado de chicas y…alguna profesora…bueno, eso se dice.

Ramón es un chico que mide 1.85 de altura, cuerpo atlético, moreno de piel y de pelo, el tío tiene un físico acojonante para la edad que tiene, realmente nadie creería que tiene 18 años. Es de ojos verdes claros, y el tío no me extraña que triunfe, ya me gustaría ser como él, respetado por todos, temido, popular, un chulito siempre en boca de todas las chicas del instituto, y el único que me putea. Me ridiculiza a la menor ocasión, incluso me ha dado alguna hostia que otra

Llevé a Ramón a mi casa y allí estaba mi madre, preciosa y en pijama, al natural, con su coleta.

—Hola mamá —Dije a mi madre —He traído a un amigo.

—¡Ah…hola…siii! Ah, muy bien…Pablo… —Contestó mi madre de forma extraña y torpe.

—Mira, este es Ramón.

—Ehh…siii…ya nos conocemos… —Dijo mi madre acercándose a él para darle dos besos a lo que el respondió con una media sonrisa devolviéndole los dos besos a mi madre.

—Sí claro —Dijo él —En ocasiones hago trabajitos a domicilio y, casualmente vine a esta casa durante dos semanas a hacer alguna chapucilla… —Dijo Ramón mirando a mi madre y guiñándole un ojo.

—Eeehhh…sí…sí…claro… —Contestó mi madre.

—Ah…pues…entonces nada… —Dije quitando importancia al asunto.

Nos sentamos en el sillón los tres, y estuvimos, o más bien, estuvieron hablando.

—Pues no sabía que Pablito era tu hijo, Laura —Le dijo a mi madre.

—Ehhh…jejeje…pues sí, es mi hijo… —Contestó mi madre sin mirarle a la cara, con cierta timidez —Eeehhh…¿Queréis tomar algo? —Dijo mi madre levantándose de forma atropellada alisándose el pantalón del pijama y la camiseta.

—Pues…yo sí…lo de siempre, una cervecita —Dijo Ramón a mi madre.

No entendía…¿Lo de siempre? Que coño…en fin, supongo que si ha estado haciendo algún apaño en casa…algo tendrá que haberle ofrecido, es lógico, sí, eso será. Fue en ese momento cuando, Ramón, le bajó levemente el pantalón del pijama, pinzándolo con dos dedos, tiró hacia abajo justo por debajo del culo, todo con un movimiento muy ágil y rápido y, ante él aparecieron unas preciosas nalgas que no paró ni a contemplar y, a gran velocidad mientras mi madre permanecía agachada, le estrelló su mano sin contemplaciones, le soltó una sonora nalgada en la nalga derecha que sonó en todo el salón, retumbó en las paredes. Mi madre, que fue realmente sorprendida, rápidamente se dirigió la mano al pantalón para subirlo, aunque su cara, aunque de sorpresa, no lo era de enfado ni molestia, pues encima de forma muy natural, y pudiendo adivinar una leve sonrisa en su rostro que no mostró del todo, pues le miró por encima del hombro contrario a mi campo de visión, creo que se la dirigió, mientras el sí vi como le respondió guiñando un ojo a mi madre.

No entendía muy bien…cuando mi madre fue a la cocina decidí hablar con él.

—Tío ¿Pero que coño haces? —Le dije enfadado.

—¿De que cojones me hablas, idiota? —Me contestó frunciendo el ceño.

—Pero…¿Ese azote a mi madre, a que viene? —Le dije bajando el tono, mostrando más inseguridad.

—¡Que pasa niñato! ¡Yo hago lo que me sale de los cojones, media mierda! —Me dijo agarrándome de la camiseta de forma agresiva —¡¿Quieres ver como te parto los dientes y pasas los peores días de tu vida en el colegio?! —Me dijo amenazándome.

—Ehhh…no…yo… —Mi voz temblaba, el tío acojonaba muchísimo…y no pensaba contradecirle.

—¡Pues más vale que te calles, gilipollas! —Me dijo soltándome una bofetada en la cara como si fuera una mierda.

¡Y recuerda decir a ti madre que mañana me quedo a cenar y a dormir…bueno, mejor que me quedo todo el fin de semana jajaajaja! —Me dijo mirándome de reojo, esperando acatar su orden.

—Eehhh…pero…joder… —Contesté sin ningún convencimiento.

—¿Joder? ¡Joder es lo que voy a hacerle a tu mama, le voy a joder bien jodida, vamos, para los tontos como tú, este fin de semana le voy a abrir bien los agujeros…se le ve que lleva tiempo sin probar cipote! ¿No has visto la zorra como me sonreía mientras le di una hostia en el culo que le ha picado hasta al cornudo de tu padre? —Me dijo el cabronazo.

—¡Pienso decírselo a mi madre! —Le dije intentando hacerme de valer —¡Y…y…mi…mi…padre no es…un cornudo…! —Dije con la voz temblorosa como un flan.

—¿Qué vas ha decir qué a tu madre? —Me dijo levantándose del sillón, agarrándome del pelo y levantándome a mí también se un fuerte tirón, creyendo que me lo arrancaría —¡Como se te ocurra decir una palabra no vuelvas por el instituto, mejor cámbiate de insti, y de casa porque vendré a verte….¿Entendido, subnormal? —Me dijo retorciendo el pelo de mis patillas hacia arriba, provocando que debido al dolor me pusiese de puntillas.

—Sssiiii…si…vale… —Le dije suplicando.

—¿Qué es tu padre? —Me dijo incrementando el tirón más hacia arriba, sintiendo como la piel de mi sien se estiraba como un chicle.

—Un…un…cor…cornudo… —Le dije rezando para que me soltase.

—Bien…así me gusta —Me dijo soltando por fin mi patilla —Y ahora vas a contemplar como le vuelvo a dar otra hostia en la otra nalga ¿Quieres verlo, verdad? —Me dijo esperando contestación.

—… —Yo solo le miré tragando saliva, pero se incorporó en el sillón amenazando con levantarse —Siiii…si…quiero…verlo… —Dije en contra de mi voluntad.

Mi madre volvió de la cocina con algo de picar y una cerveza para él. Llegaba con una sonrisa en la cara.

—¡Pero que madre tan preciosa tiene tu hijo! ¡Yo quiero una así todos los días en mi casa! —Dijo haciéndose el gracioso, por lo que yo me quedé mirando a mi madre para que nuestras miradas se cruzasen y de alguna manera hacerle un vacío a él y a sus asquerosos comentarios.

Ante mi sorpresa, mi madre no solo no me miró, sino que se sintió alagada, dando una palmadita en su hombro adornado con una preciosa sonrisa que delataba lo ruborizada que le hacían sentir sus comentarios

—Siéntate aquí anda —Le dijo a mi madre como si de una niña se tratase, haciéndose a un lado para que ella quedase entre nosotros.

—¡Que halagador! —Le dijo mi madre tocándole una pierna, en la parte más alta del muslo, sobre su corto pantalón de deporte.

Mi madre al tocarle el muslo abrió los ojos mirándole fijamente a él, con un gesto de asombro, a lo que él respondió apretando la mano de mi madre y agarrándola fuertemente, comenzó frotarla fuerte contra el muslo, le guiaba su mano con fuerza y la restregaba de arriba abajo.

—Ráscame ahí, tú que tienes uñas, me poca

—Bueno…ya te has enterado que tu hijo es el mierdecilla del instituto ¿no? —Le preguntó el cabrón a mi madre.

En uno de los barridos que hice con mi mirada por el comedor, cagándome en todo, fijé mi mirada en el espejo frente a Ramón, en el cual veía perfectamente como tenía la mano de mi madre agarrada y como él, la manejaba moviéndola a su antojo ante lo que era un enorme bulto…un enorme…¡Joder! ¡Coño! ¡Me cago en la puta…! ¡Eso es…! ¡Su puto rabo…! El cabrón se estaba haciendo una paja friccionando la mano de mi madre contra el enorme cipote que se encontraba bajo su pequeño pantalón de deporte. Justamente en ese puto momento fue cuando, embobado como yo me encontraba en ese momento, levanté la mirada en el espejo y me encontré la mirada de Ramón clavada en la mía, sonriendo.

—Sss…sí… algo me ha contado… Pablo… —Contestaba mi madre, para mi humillación, mientras miraba a la cara de Ramón, el cual se encontraba en la gloria.

—¡Ramón! ¿Le has contado a tu madre que me quedo en tu casa el fin de semana? —Me dijo el cabronazo mientras me miraba a través del espejo sonriendo como un imbécil.

Yo, mientras no podía para de mirar la mano de Ramón y de mi madre, me limitaba a contestar cuando…Ramón tiró del bajo de su pantalón corto hacia arriba, sacando la mitad de la enorme monstruosidad que dejó ver que tenía por rabo, por lo menos de 22 centímetros, ahora sé de donde venían esos rumores sobre su enorme cipote, era venoso, gordísimo, desproporcionado. Mi madre pude ver como, al sentirlo directamente sobre su mano, aunque su cuerpo tapaba directamente su mano, pude ver por el espejo como su mano había entrado en contacto con su cipote y Ramón apretaba la mano de mi madre bien fuerte por toda la extensión de su gran cipote.

—Pues…no…todavía no… —Contesté a la pregunta de Ramón, mientras observaba como, Ramón dejó caer sobre la mano de mi madre, un enorme salivazo que dejó caer desde su asquerosa boca, un salivazo bien cargado de espesa saliva que cayó en toda la mano inundándola por completo, para así permitir mayor lubricación, todo ello mientras intentaban disimular esta vergonzosa situación.

No entendía a qué cojones venía todo esto…no sabía bien como en tan poco tiempo estos dos…en fin, eso no pasa ni en las películas porno, esto es surrealista.

—Verás mamá…Ramón se va a…quedar el…fin de…semana…ejemmm…si te parece…bien… —Dije a mi madre, totalmente hipnotizado por la imagen del espejo.

—Ss…siii…siiiii…claro…no hay problema… —Dijo mi madre mirándome a la cara totalmente sonrojada.

—¡Marta! ¿Qué tal te quedaron las chapucillas que te he venido haciendo estos días? ¡No te quejarás…he faltado a las clases por ti…! —Dijo a mi madre, quedándome totalmente agilipollado, ahora entendía porqué había faltado durante…¡dos semanas! ¡Dos putas semanas en mi casa! ¡Pero que coño…!

—Eeehh…siii…siiii…todo muy…muy…bien… —Contestó mi madre con voz temblorosa.

—¿Uso bien el martillo eh? —Preguntó el hijo de puta a mi madre con segundas.

—Eeehhh…bueno…siii… jejeje —Contestó con un fino hilo de voz mirándome por un segundo, para después bajar la mirada.

—¡Así…sigue rascándome la pierna…¡Uuuuuffffff! ¡Que gustooooooo! ¡Ya casiiiiiiiiii! —Gimió Ramón mientras, puede ver en el espejo como con su pequeña mano había agarrado los enormes cojones de Ramón mientras era este ahora el que se pajeaba.

Mi madre, viendo la reacción de Ramón, intentó improvisar y disimular, intentando sacar conversación para así que yo centrase la atención en otra cosa, no me lo podía creer.

—Bueno…Pablo…¿Y qué quieres que te haga de cenar hoy…cariño? —Preguntó mi madre de la forma más natural posible.

—¡Para ti…Salchichas…! ¡Y para tu hijo…también! —Contestó el cabronazo de Ramón con segundas —¡Pablo, machote! ¡Oooohhhhhh! —Me dijo Ramón gimiendo —¡Vete poniendoooo…la…consolaaaa…que yaaa…voy…yo…uuuuuffffff! —Me dijo el cabronazo guiñándome el ojo a través del espejo.

Yo sin decir palabra, asqueado y cabreado me levanté sin mirar hacia ellos, no quería pasar el mal trago de que mi madre tuviese que ver por un momento como pajeaba al cabronazo, aunque cuando me levanté ella echó su cuerpo un poco hacia el lado de Ramón como…tapando disimuladamente la zona…en fin. Me dirigí a la puerta del salón y giré tras ella como en dirección a mi habitación pero, no continúe adentrándome en el pasillo, me quedé junto al marco de la puerta y, asomé poco a poco mi cabeza, hasta poder observar con mi ojo izquierdo lo que ocurría.

Ramón agarró entonces a mi madre del pelo y la hizo arrodillar entre sus piernas, con el rabo saliendo completamente por el bajo del pantalón de la pierna izquierda, el cabrón no siquiera se los bajó, mi madre abrió la boca todo lo que pudo y comenzó a tragar lentamente el enorme capullo, avanzando su pequeña boquita hasta llegar a poco más de un cuarto de rabo en el interior de su boca, que fue cuando comenzó a cabecear, subiendo y bajando su cabeza hasta donde su cavidad le permitía. Con una de sus manos comenzó a acariciar los cojones de Ramón mientras su cabeza luchaba por ordeñar el tremendo rabo, al cual se le veía en la cara que estaba encantado con tener a una mujer que podía ser su madre, un crío de 18 años, siendo ordeñado con la boca de la madre de su compañero de clase. Mi madre comenzó a imprimir mayor velocidad con la boca todo lo abierta que podía, con la lengua fuera, comenzando a babear por todo el tronco del puto Ramón, mientras su mano estimulaba sus enormes cojones.

—¡Oooohhhhhhhh! ¡Mamonaaaa de mierdaaaaaa! ¡Que bien la chupaaaaaassssss! ¡Uuuufffffffff! —Le decía mientras comenzó a darle con las dos manos en las mejillas a modo se tambor mofándose de ella.

Con una de sus grandes manos, Ramón, puso las dos manitas de mi pequeña madre en su espalda sujetándolas por las muñecas, mientras con su mano libre, taponaba la naricita de mi pobre madre, mientras esta subía y bajaba su cabecita lo más rápido que podía, babeando abundantemente a lo lardo del tronco de esa barra de carne venosa. El mamonazo comenzó a endurecer su trato, comenzó con su mano libre, a dar manotazos a mi madre en la parte trasera de la cabeza para, sin previo aviso, hacer tragar a mi pobre madre todo el enorme rabo, embutiéndoselo hasta tropezar con su esófago, el cual detenía el avance de semejante instrumento, provocando un sonido gutural con tos que se escuchaba en toda la casa, aunque mi pobre madre ya no tenía libertad de reacción ninguna, estaba a merced del puto cerdo, de un crío de 18 años que la manejaba como a una muñeca de trapo, tratada como a una guarra, una cualquiera.

—¡Uuuuuaaaaaagggggghhhhhhhhh! ¡Uuuuuaaaaaagggggghhhhhhhhh! —Emitía la forzada garganta de mi pobre madre ante mis aterrados ojos.

Justo en ese momento, Ramón, miró hacia mi posición sonriendo al verme, momento en el cual, dio un sonoro tortazo a mi madre en una mejilla, después en la otra, en la otra una vez más, lo que hacía balancear todos los hilos de espesa baba que colgaban de la barbilla de mi madre, una imagen que, realmente me creaba inmensas dudas, no entendía el porqué.

—¡Vamos a ver, guarra, ponte en pie y muéstrame el culo de cerda que tienes! —Dijo a mi madre liberándola del martirio de tener ese monstruo en su garganta, del cual se liberó cogiendo grandes bocanadas de aire.

Con su cara todavía con colgajos de saliva, y pareciendo que no le importaba el duro trato recibido, se levantó lentamente hasta quedar de pie dándole la espalda, como su macho le había ordenado. Poco a poco, comenzó mi madre a agachar la cabeza apoyándose con las manos en el suelo, por lo que sus nalgas quedaron totalmente expuestas al hijo puta del que creía mi amigo. Allí estaba él, el cabrón más macarra y más popular de mi instituto, repetidor, chulo y despreciable, dando rabo a mi madre mientras, yo escondido como un cobarde, como un mierda, temblándome las piernas, con el corazón en la boca pensando que cual sería la siguiente aberración del macarra mal nacido. No comprendía la obediencia de mi madre, yo pensaba que mi padre le daba lo que necesitaba, aunque he de reconocer que la pollita de mi padre debería medir…13 centímetros, pero al lado de este cipote y estos huevos…lo de mi padre parecía una broma, pero no sabía que mi madre era tan superficial…y encima es que lo hacía conmigo en casa, accedía a lo que el cabrón de Ramón le pedía, sin ni siquiera replantearse nada, sin pensar en que yo pudiese entrar, pillarlos, parecía inmersa en el puro morbo del momento.

El sonido de una fuerte nalgada me hizo salir del trance en el que me encontraba.

—¡Plaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Perra, tenía que avergonzarte, con el culo expuesto a un chico casi de la edad de tu hijo, marrana! ¡Plaaaaaaaaaaaassssss! —El cabrón, nalgueaba a mi madre por encima del pantalón del pijama, el cual cubría sus nalgas, aunque ello no impedían que vibrasen a cada impacto de la manaza sobre ellas.

Ramón entonces, dio un tirón al pantaloncito de mi madre bajándolo hasta sus rodillas, quedando ante él el precioso culo de mi madre, blanco, impoluto, unas nalgas redondas y perfectas, un culo y una raja completamente depilada. Fue entonces cuando este volvió a dirigirme la mirada, enseñándome la palma de su mano, para echarse el aliento sobre ella, sonriendo, en señal de mofa, se mofaba de mí y de mi madre.

—¡Empina más el culo zorra! —Le gritó a mi madre mientras el cabrón no me quitaba el ojo de encima.

Mi madre arqueó todavía más la espalda y su culo todavía se quedó mirando más hacia el techo.

—¡Las manos a la espalda, guarra, no quiero que toques el suelo y después me toques el rabo con las manos sucias, puerca! —Le ordenó a mi madre, la cual retiró las manos del suelo para ponerlas cruzadas en su espalda, lo que provocó que su cabeza bajara más hacia el suelo y sus nalgas, esta vez, quedasen a total disposición de Ramón.

Este, sin todavía tocarle las nalgas, y tan solo aproximando su cara, sacó su larga lengua y, sin dejar de mirarme, pegó un lento lametazo al coño de mi madre, la cual tembló de placer al sentir el contacto de su lengua sobre la raja del coño, para ir subiendo hasta llegar a la raja de su culo, muy lentamente, continuando hasta llegar a su ojete, en el cual, colocó la punta de su lengua y la fue metiendo lentamente, ante mi atenta mirada, hasta meter media lengua en él, pudiendo contemplar los vastos espasmos de mi madre, temblando sus piernas y sus nalgas.

—¡Uuuuuffffffffffff! ¡Aaaaaaaahhhhhhhhhh! ¡Jodeeeeeeeeerrrrre! —Emitía mi madre entre gemidos y espasmos, parecía que iba a correrse en cualquier momento.

—¿Quieres que pare, zorra? —Dijo a mi madre sacando la lengua de su ojete.

—Nn…nooo…no…por…fa…vor…sigue… —Dijo mi madre dejando a un lado aparcada su escasa dignidad, no siendo capaz de conservar una mínima parte de esta.

La imagen era demencial, confieso que el contrataste de el cabrón, con ese cuerpo alto y fuerte, frente a mi madre, bajita, menudita y con ese precioso culo y esos pechos luchando por salir se su escote de forma morbosa, era una visión que ya querrían tener muchas películas porno, aunque por desgracia para mí, esto era real.

Fue entonces cuando, él, me miró, yo le miraba como en trance, casi conteniendo las respiración, para ver como levantaba lentamente su mano, se la frotaba contra la otra y…

—¡Plaaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaaasssssss! —Dos sonaras y fuertes nalgadas se estrellaron contra el desnudo culo de mi madre, quedando sus manazas plasmadas en su piel, mientras él me miraba y se tapaba la boca con la mano riéndose el desgraciado, estaba jugando con mi madre y conmigo —¡Plaaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Perra! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Puta! —Siguió diciendo mientras continuaba nalgueando a mi madre sin piedad, como un verdadero macho.

—¡Aaaayyyyyyy…! ¡Aaaaaayyyyyy! ¡Con cuidado…Ramón! —Decía mi madre, aunque lo único que conseguía es más saña por su parte, esto le divertía mucho a él, ver como sometía a mi pobre madre y como me humillaba a mí.

El cabrón me enseñó entonces dos dedos la mano derecha , el índice y el corazón, y el corazón de la izquierda y, lentamente , los fue acercando a sus orificios, a su ojete el dedo, penetrándolos, oyendo como iban entrando después de la lubricación que el había dado con su lengua más los flujos que echaba mi madre por el coño. Por los chasquidos que emitían los dedos al penetrar en el coño, se seducía lo excitada que se encontraba mi madre, incomprensiblemente. Comenzó a penetrar ambos orificios, mientras reía e incluso echaba abundantes salivazos sobre la raja de su culo ante mis ojos, en forma de hilera espesa que dejaba caer desde arriba.

—¡Me vas a llamar como a tu hijo, «Pablo»! ¿¡Entendido!? —Le dijo a mi madre mientras le penetraba el culo y el coño, siendo follada por sus dedos.

—¡Uuuuuuffffffffdf! ¡Sss…siiiiii…! ¡Vaaa…lee…! —Decía sin pensar en la humillación hacia su hijo.

—¡A cuatro patas, perra! —Ordenó a mi madre ante mi escondida y cobarde presencia.

—¡Vale…Pablo…! —Dijo mi madre para mi sorpresa.

Mi madre se puso de rodillas empinando el culo, mientras él se bajó sus pantalones hasta los tobillos, no dando crédito a semejante barra de carne, eso no podía caber a mi pobre madre por ningún orificio.

Él se sentó en el sillón y, puesto que la posición del sillón era muy bajito, al culo de mi madre a cuatro patas quedaba frente a este pedazo de rabo.

—¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! —Comenzó a nalguear a mi madre nuevamente, la cual permanecía a cuatro patas con su carita preciosa pegada al suelo, y sus pantaloncitos del pijama bajados hasta las rodillas, como una vulgar puta estaba siendo tratada.

Por un momento, Ramón miró el libro de texto de humanidades que tenía junto a él, sobre la mesa del salón, me miró sonriendo y lo agarró, lo abrió por la mitad, y lo puso abierto en el suelo, entre las piernas de mi madre, justamente bajo su encharcado coño.

—He puesto bajo tu coño el libro de humanidades de tu hijo, para que no manches el suelo con tu corrida de cerda ¿Que te parece? ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! —preguntó a mi madre soltando otra sonora nalgada más a su rosado culo.

—Bieeennn…biennn…Pablo… —Contestó mi madre, no pudiéndome creer que estuviera se acuerdo en esa descomunal guarrada.

Ramón agarró su enorme y duro rabo y lo dirigió hasta el encharcado coño de mi madre, el cual estaba completamente pegado al sillón, introduciendo lentamente el capullo, viendo como este dilataba de forma exagerada el coñito de mi madre, la cual comenzó a temblar y emitir pequeños gemidos, yo diría que se había corrido, continuando el avance hasta introducir la mitad, mientras Ramón me miraba fijamente sin dejar de sonreír, el hijo de puta. Era perfectamente audible el chapoteo que emitía el coño al contacto con el pedazo de rabo.

—¡Levanta la cara del suelo, perra! —Dijo a mi madre con desprecio.

Mi madre levantó la cabeza y el puto macarra, y el cabrón agarró se la cólera a mi madre y tiró hacia él sin ninguna delicadeza, ella no merecía eso. Al tirar hacia él con tanta fuerza, embistió con sus caseras permaneciendo sentado todavía e introdujo el pedazo de cipote casi en su totalidad.

—¡Mueve el culo, marrana! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! —Gritó a mi madre, el cual comenzó tirar fuerte de su pelo y a efectuar rítmicas nalgadas como si de unos timbales se tratasen sus nalgas.

—¡Aaaaaahhhhhhhhh! ¡Paaaaaablooooooo! ¡Ssssiiiiii…! ¡Uuuuuuuuffffffgf! iMeeeee…voyyyyyy…aaaaa…correeeeeeer… —Comenzó a decir mi madre entre espasmos y gemidos con su boca entreabierta.

Mi madre movía sus nalgas atrás y adelante, follando el rabo del cabrón a un buen ritmo, introduciéndose el rabo desde la punta del capullo hasta más de la mitad, su pequeño coño engullía con gula ese pedazo de carne, apreciándose el brillo que los flujos de mi madre dejaba en él, dándole un aspecto brillante y viscoso, mientras este se deleitaba calentando su culo a base de buenas hostias que le hacían vibrar sus nalgas de un lado a otro.

—¡Me coorrooooooooooooo! ¡Aaaaaaaahhhhhhhhhh! ¡Hijooooooooooooooo! —Gritó mi madre, dejando mi cara desencajada por como había asumido el rol que le había encomendado el chulo de mierda, engreído.

Él no dejó de nalguearla mientras reía a carcajadas y me miraba.

—¡Pedazo de puerca! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Tu hijo es un puto maricón, dilo! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! —Gritaba a mi madre mientras introducía el pulgar en su ojete y comenzaba a follarlo.

—¡Oooohhhhhhh! ¡Mii…hi…jo…es…un…puto…mari…maricón…sssiiiii…! —No podía creer lo que salía de la boca de mi madre, no la reconocía.

Ramón sacó el rabo del coño de mi madre de golpe, dejando todo el agujero de su coño totalmente dilatado, un socavón enorme, descomunal quedó en él. Lo sacó completamente inundado en jugos, lo balanceó ante mi atenta y petrificada mirada y, lo dirigió hacia su ojete, donde apuntó con su amenazante y rojo capullo para comenzar a apretar sin compasión tirando hacia sí del pelo de mi madre. Pensé que la reventaría, pero sin embargo su ojete comenzó a engullir el capullo, aunque con dificultad.

Él desde arriba dejó caer un salivazo en todo su agujero, el cual permitió mayor lubricación.

—¡Cuidadoooo…hijo…! —Suplicaba mi madre al cabrón siguiendo en su lamentablemente y humillante rol.

Ramón no le prestó la menor atención y embistió con fuerza, deslizando el rabo en su interior hasta la mitad. Se puso en pie con el rabo tieso, dispuesto a montar a mi madre y comenzó a follar su culo lentamente, quería que ella sintiera como su descomunal miembro le invadía por dentro. Tiró de su pelo para levantar su cabeza y, creyendo ella que iba a besarle, la pobrecita entreabrió su boca, recibiendo por parte de él un potente salivazo en toda la boca, y otro más en la mejilla.

—¡No…te has…puesto…condón…! —Le dijo a Ramón.

—¡El condón es para las mujeres decentes, tu ers una puerca que se folla a un niño de 18 años, tú de decente no tienes nada, perra! —Le dijo Ramón mientras comenzó a imprimir mayor velocidad e intensidad a su follada por el culo de mi pobre madre.

De pronto, sin entender por qué, el cabrón echó la cabeza hacia atrás y tensó su cuerpo mientras comenzó a reír, mientras me miraba y señalaba el ojete de mi madre para que estuviese atento a algo. De pronto comencé a ver salir de su ojete un gran chorro blanco que resbaló hasta su coño, cayendo sobre mi libro de texto, el cual había puesto como recipiente e, inmediatamente, sacó su pedazo de rabo de su interior a gran velocidad y, tras tirar un potente y espeso chorro sobre la espalda de mi madre, lo introdujo de golpe y de una sola vez hasta el fondo del coño de mi madre, metiendo sus cuatro dedos en la garganta de mi madre provocándole arcadas, mientras él comenzó a gemir apretando sus caderas contra el coñito de mi madre. Hileras y más hileras de espeso semen comenzaron a resbalar por su coño, con el cipote todavía dentro cayendo más y más semen sobre mi libro.

—¿Te has corrido dentro? —Preguntó mi madre preocupada una vez le sacó los dedos de la garganta mientras cogía aire por la brutal follada que le había dado.

—¡Jajajajaja, pues claro ¿No te afecta follarte al amigo de tu hijo pero sí que me corra? ¿Si quieres me marcho y no me vuelves a ver eh? —Le dijo con ella agarrada todavía del pelo, mientras le introducía el rabo casi hasta el fondo.

—¡Aaaaaahhhhhhh! ¡Jodeeeeeerrr! ¡Que gustooooooo! —Gemía todavía mi madre al sentir como toda la barra de carne rozaba sus paredes vaginales produciendo en ella un placer indescriptible —¡No…no…te vayas….hazme…lo que…quieras…! —Dijo mi madre en estado de éxtasis.

Cuando Ramón retiró el cipote lentamente del interior del coño, desentaponó el agujero y un río de semen comenzó a brotar de este, abundante y espeso, inundando por completo mi libro de texto.

—Ahora vas a hacer una cosita, vas a dar este libro a tu hijo, para que estudie mucho jajajaja —Dijo a mi madre.

—Pero…Ramón…no…

Continuará…

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