Comenzamos jugando al FIFA, al juego de fútbol y al final termino en algo mucho más interesante

Hacía apenas un mes que lo había dejado con mi chica. Tal vez por eso tenía a mis amigos todo el día encima, muy preocupados por cómo me debía de estar sintiendo. Pero la verdad, con algún que otro polvo esporádico por ahí, no lo llevaba tan mal. El caso es que ahora todo el mundo quería invitarme a algo. A tomar una cerveza, a salir por ahí… y Manu, mi fiel amigo Manu, me invitó a su casa para recordar aquellos gloriosos días en los que nos dejábamos los pulgares con nuestro videojuego favorito.

Nosotros siempre habíamos sido del FIFA. Habíamos librado grande batallas sobre el césped en las que al final lo que menos importaba era el resultado. Nos gustaba el fútbol, nos gustaba la cerveza y nos gustaba estar juntos. Y no importaba nada más. Eso era lo que me proponía, una feliz tarde de Playstation y birras, pero no me podía imaginar que aquello iba a terminar como al final terminó.

Llegué a su casa, bastante cerca de la mía, con un pack de latas y mi mando en la mochila. Manu me había dicho que su chica no iba a estar en casa. Al parecer había quedado con sus amigas para salir. Sin embargo, fue Paula la que me abrió la puerta.

– Oh. Hola, Paula.

– Hola, Carlos. Pasa.

Entré y ella cerró tras de mí. Aproveché para contemplarla una vez más: morena, bajita, una silueta bien entonada. Tenía un pecho discreto, pero su culo era de aquellos que cuando lo ves te olvidas de todo lo demás. Entre amigos siempre habíamos dicho que tenía un culo mítico. Efectivamente, lo era.

– ¿Cómo estás? Manu me lo ha contado…

– Bien, estoy bien. Gracias.

– Lo que necesites, ¿eh?

Asentí agradecido. Caí en la cuenta de que siempre que había visto a Paula iba con los ojos pintados. Ese día, además, llevaba una camisetita fina y pantalones vaqueros cortos para sobrellevar el intenso calor del verano. La verdad, no me lo podía negar, es que estaba buenísima.

– ¿Y Manu?

-En el salón, te está esperando.

Allí estaba Manu, mi fiel amigo Manu, calentando con un Betis-Milan. Él siempre se pedía el Betis, por mucho que lo golearan. Por esa época, además, era un loperista intenso. Qué horror. Pero era buena gente y ante todo era mi amigo.

– ¿Cómo estás, Carlos?

Nos fundimos en un largo abrazo. Cuando nos separamos, metí las cervezas en la nevera, cogí otras que previsoramente había metido él para que estuvieran frías cuando llegara y saqué mi mando. Él ya se había olvidado de su partido.

– ¿Estás preparado para la zurra que te voy a dar?

– ¿Con el Betis? Venga ya…

Yo era del Barça, desde siempre. Libramos nuestro primer duelo, un Betis-Barça, con los habituales comentarios sobre lo mal que le iba deportivamente a unos y lo bien que le iba a otros. Aquello era lo que había estado deseando desde hace un tiempo: una feliz tarde de amigos, hablando de fútbol y jugando a la Play. Ni me acordaba de mi exnovia. ¿Qué más podía hacer falta para ser feliz?

Llegamos al descanso del primer tiempo con un empate a cero. No había forma. Manu se había encerrado prácticamente en su área y yo, por mucho que abriera el campo, no veía puerta. Lo estuve intentando una vez tras otra, centrando un balón, y otro, y otro… Aquello se había convertido en un verdadero asalto, con algún que otro brindis y trago de cerveza por el camino. Prácticamente nos habíamos olvidado de que estábamos solos, hasta que en una de éstas Paula volvió a aparecer en el salón.

Al principio no me di cuenta. Pero notaba algo raro por el rabillo del ojo. Me dio por mirar y la encontré mirando la pantalla, tomando un vaso de zumo… ¡en tanga! En tanga y camiseta, para ser exactos. Se me puso dura al instante. Por suerte, ella seguía mirando la pantalla.

– ¡Carlos, que te duermes!

El ratito que me había quedado mirando a Paula, el Betis había convertido un rechace en una contra letal. Joaquín corría la banda izquierda y ya centraba el balón cuando, tras el aviso, conseguí que Puyol cortara toda tentativa despejando de cabeza. Fue entonces cuando Manu se dio cuenta de su novia estaba mirando.

– Cariño, ¿tienes calor?

– Mucho. Esto es… insoportable. ¿Pongo el aire?

– Venga.

Manu debió de envalentonarse, porque se hizo con el balón tras mi rechace, volvió a la carga y… metió gol.

– ¡Toma ya! ¡Para que después digáis del Betis!

Mientras veíamos la repetición -un remate limpio con la cabeza de Oliveira-, Paula volvió al salón.

– ¿Os importa que me siente con vosotros?

– No, claro.

Y se sentó. Entre los dos, concretamente.

– ¿Quién va ganando?

– Manu. Los de verde.

– Ah.

El balón volvió al centro del campo, me armé de paciencia y… noté cómo Paula me tocaba los pantalones. Había puesto su mano sobre mi polla. La miré y vi que también estaba palpando el pantalón de Manu. Me miraba, sonriendo.

– ¿Te importa?

– No – dijimos los dos a la vez.

Siguió el partido, pero desde luego ya no jugábamos con el mismo nivel de concentración. Al principio pensé que Paula sólo intentaba jugar a desconcentrarnos, así que volví a asediar el área de mi amigo. Centré un balón, y otro, y otro… hasta que Paula me abrió la cremallera y me sacó la polla.

– Uy. No está nada mal.

No, no lo estaba. No podía dedicarme al porno, ni mucho menos, pero en erección tampoco me quejaba del tamaño, y mi erección desde luego era considerable. Me la agarró y empezó a subir y bajar con su mano. ¡Me estaba pajeando la novia de mi mejor amigo! Volví a mirar y vi que nos estaba obsequiando a los dos con una paja maravillosa. A mí, por suerte, me había tocado su mano derecha.

– Venga, chicos, no os despistéis. Que siga el espectáculo.

Como poco lo intentamos, pero claro… Ella se lo estaba pasando muy bien con su pequeña tortura. Yo, que debo confesar que en alguna que otra ocasión me había tocado fantaseando con la novia de mi amigo, me pellizqué para comprobar que no estaba soñando. No, no lo estaba. Empecé a preguntarme hasta dónde llevaría Paula el juego. La verdad es que me sentía ridículo con el mando de la videoconsola en la mano mientras una chica me hacía una paja. Y justo entonces, sin decir nada, Paula se inclinó hacia mí y se metió mi polla en la boca.

¡Me la estaba chupando! Primero la acarició con los labios y se la metió entera de un golpe, después la sacó y empezó a rodearme la punta con la lengua. Volvió a metérsela, dio un par de cometidas, y después se la sacó y empezó a lamerla de arriba a abajo. Yo estaba en la gloria.

– ¡Gooool!

Manu volvía a perforar mi portería, ahora tras un zig zag de Joaquín. ¿A quién le importaba ya el fútbol? Su novia me la estaba chupando; y por cierto, bastante bien. Él miraba de reojo, nervioso. Ella se la sacó y lo miró.

– Vamos a equilibrar esto.

Acto seguido, empezó a chupársela a su novio mientras me seguía pajeando. Ahora más rápido. Tras un rato volvió hacia mí.

– No, no, seguid jugando. No os despistéis.

Volvió a metérsela en la boca. Subía y bajaba, subía y bajaba. Nosotros nos esforzábamos en hacer como si nada, jugando todavía, cuando de repente se metió mis huevos en la boca. ¡Joder! Aspiró con suavidad, después con fuerza, y yo me moría de gusto. Se incorporó un momento y dio un trago a la cerveza. Después volvió a concentrarse en la agradecida tarea de pajearnos, ahora más rápido. Nos miró a uno, después a otro, y preguntó:

– ¿Quién va a ser el primero en follarme?

No sabíamos qué responder.

– Cariño- dijo ante nuestro silencio, mirando a Manu-, estoy pensando… que vamos a cederle ese honor a Carlos, que para eso es tu invitado. ¿Te parece?

Manu, mi fiel amigo Manu, no pudo hacer otra cosa que asentir. Paula se quitó la camiseta, se bajó el tanga y se me sentó encima. Se la metió y… aaaah… síiiiiii… estaba muy mojada. Empezó a follarme sobre el sofá mientras su novio, todavía con el mando en la mano, nos miraba sin saber qué hacer.

-Ven aquí, cariño- le dijo Paula al rato-, tócame.

¡Ni en mis mejores sueños! Me estaba follando a Paula, la novia de mi mejor amigo, con éste delante. Puse las manos en su mítico culo y pensé que, sinceramente, nunca había sido más feliz que en ese momento. Cuando vi que empezaba a descender el ritmo, la sorprendí con una embestida. Me sonrió. Le di un lamentón en las tetas y empecé a follarla como podía, teniendo en cuenta lo que me costaba estando ahí sentado y bajo su peso.

Al rato paró, se la sacó, se dio un par de golpes en su bonito coño con mi polla y se levantó. Se tumbó en el sofá y le dijo a Manu que se acercara. Ahora era él el que se la follaba estando encima, con las mismas ganas que si la acabara de conocer. Estábamos los tres muy cachondos. Paula, sin dejar de gemir, me buscó y me hizo un gesto para que me acercara. En cuanto me tuvo a tiro, se metió mi polla en la boca.

– ¡Oooh… sí… fóllame, cariño! – dijo al rato, sacándosela.

Manu obedecía, claro. Desde mi posición podía ver cómo mi amigo entraba y salía de su novia mientras ésta le clavaba las uñas en la espalda. Yo, mientras, le acariciaba el pelo. No se me ocurría otra forma de agradecer la mamada que me estaba haciendo. Movía su boca al ritmo de las embestidas de m amigo. En una de éstas volvió a sacársela, dejando caer un pequeño reguero de saliva, y mirándonos a los dos nos preguntó:

– Esto es más divertido que el FIFA, ¿verdad, chicos?

– Sí… – acertamos a decir.

Manu se la sacó entonces y comentó que si seguía así no tardaría en correrse. Paula se incorporó y se apoyó sobre la cabecera del sofá, dándonos la espalda y ofreciéndonos ese culito de leyenda.

– Te toca, Carlos…

¡Joder! Me coloqué tras ella e incrusté mi polla. Qué maravilla, cómo entraba y salía de su coñito mientras ella se apoyaba en el respaldo y con una mano se tocaba… Manu nos miraba, tocándose y dándole alguna que otra cachetada a Paula. En un momento dado me eché sobre ella, le mordisqueé el cuello y le agarré el pelo.

– Te lo estás pasando bien, ¿eh? – Le susurré.

– Mucho… ahhh… ¡joder! ¡Cómo me ponéis!

Al rato paré y dejé mi sitio a Manu. Ahora era él el que embestía. Paula acercó una mano hacia mi polla y volvió a masturbarme. Por un momento, una sombra pasó por mi cabeza.

– Chicos… deberíamos usar condones…

– No te preocupes – me dijo ella, muy tranquila -. Tomo la píldora y los dos estamos limpios. Tú también, ¿no?

Asentí e intenté relajarme. Di una cachetada suave a Paula y acerqué un pulgar a su boca. Me pone mucho que me lo chupen mientras follo… y ella me lo estaba chupando como si fuera mi polla. Reconocía los mismos movimientos de lengua que me había hecho durante la mamada. ¡Qué morbo! Justo entonces, Paula empezó a correrse:

– ¡Sí… sí… aaaaah! ¡No pares, cariño!

Cuando parecía que volvía en sí, Manu se salió. Paula se dio la vuelta, nos miró y nos sonrió con malicia:

– ¿Ayudaríais a una chica a cumplir una de sus fantasías?

Por supuesto, la pregunta estaba de más. Paula nos contó que siempre había soñado con dos lenguas jugando en sus partes íntimas y nos pidió que le comiéramos a la vez el culito y el coño. Manu y yo tardamos apenas un segundo en aceptar. Así, él empezó a lamerla por delante y yo hice de explorador. Penetré como pude, con mucha paciencia, con mi lengua en su culito, y de cuando en cuando salía para recorrerla y acercarme a donde muy afanosamente estaba trabajando mi amigo. Ella gozaba como probablmente nunca lo había hecho. En un momento dado, nuestras lenguas se cruzaron, casi se tocaron… y Paula volvió a correrse:

– ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Dejamos que cogiera aire. Ya repuesta, me agarró con fuerza, volvió a sentarme en el sofá y se metió mi polla. Empezó a follarme con furia y le pidió a Manu que le comiera el culo. Él obedeció y justo entonces se lo pidió:

– Muy bien cariño… ahora… ¡métemela!

No me lo podía creer. Creo que ellos tampoco. Él se colocó y empezó a metérsela por detrás. Pensé que seguramente no era la primera vez que practicaban sexo anal. A los pocos minutos, yo apenas podía moverme y era él el que desde atrás marcaba el ritmo. ¡Nos la estábamos follando los dos a la vez! Yo tenía a Paula delante, me miraba… y en un momento dado vi cómo ponía los ojos en blanco.

– Ohhhh… sí… sí… ¡los dos… así… ahora… aaaaaaaaaaah, otra veeeeez!

Y otra vez se corrió. Debía de estar reventada, así que se la sacamos. Ella nos puso en pie, nos besó con lengua a los dos y se agachó. Se metió nuestras pollas en la boca, nos pajeó como nunca nos habíamos pajeado nosotros mismos y…

– ¡Ahora os toca a vosotros, chicos! ¡Quiero vuestra leche!

Primero se corrió Manu. Soltó varias descargas sobre su cara y sus tetas y ella sonrió. Le dio un lamentón a su polla y rápidamente se concentró en la mía. No me quedaba mucho. Justo cuando estaba a punto de soltar la carga, me agarró los huevos y apretó.

– Quiero que la saques toda.

Y la saqué:

– ¡Aaaaaaah, aaaah… aaaaggg!

Los tres caímos exhaustos en el sofá. En la pantalla lucia todavía el marcador, 2-0, a la espera de que alguien le diera a algún botón. Manu se encendió un cigarrillo y ella se echó sobre su pecho. Al rato me contaron que era una fantasía que llevaban cierto tiempo barajando y que me habían elegido por afinidad, aunque parecía claro que Manu, mi fiel amigo Manu, ni se imaginaba que aquel fuera a ser el día. Les di las gracias. No era una mala terapia para sobrellevar mi ruptura.