Camila sigue una misión y le es infiel a su novio

Camila nerviosa entra al motel donde vivía con Gadriel, Nota una nota encima del pequeño sofá que muchas noches fue testigo del amor que ardía cada vez que sus cuerpos se unían para liberar todas las pasiones y malestares. Coge la nota con sus temblorosas manos y con el rostro bañado en lágrimas intenta leerla, pero no puede, teme que sea una nota de suicidio. Gadriel era un buen hombre, no se merecía lo que le hizo. Seguramente no volvería a ser el mismo que ayudaba a Don Jerardo en la librería y besaba a Camila por las noches susurrándole que todo marcharía bien. Toma valor y se sienta en el sofá para leerla. No es una carta de suicidio, es peor. La nota anuncia que el cuerpo de Gadriel sigue en vida, pero dentro de él algo murió, algo vital que no tiene intercambio y que jamás lo tendrá.

-«… Sus falsos rostros ya más nunca volverán a contaminar el mar que creen sobrevolar, toda agua en que se posa acaba siendo residual, esa sucia mariposa llamada sociedad. Tal vez muera dentro de poco, pero no quiero que falsos amigos me den visitas, no quiero funeral, ni flores, ni falsos dolores; No quiero lúgubres citas, ni curas, ni celebraciones benditas. Quiero que me incineren y mis cenizas las esparzan en la tumba del hombre que va a sufrir mi venganza. Su tumba va a estar en su lugar favorito, donde nació. En la ciudad de Florencia, al noreste, en el monte Ceceri, va a estar escrito en su epitafio «Aquí yace Andreas «Dannato» Corelli. El peor pero más sabio padre, que a su hijo enseñó que no hay que confiar ni en su propio padre.».» -con eso terminó la nota de Gadriel, pero para entenderla tenemos que saber su versión de los hechos…

Gadriel.

Después de mi misión en la casa del alcalde Rodolfo mi padre me tuvo trabajando en Happyland como torturador, adopté el apodo de «SAINT LAURENT» y utilizaba la máscara que usaban los médicos en los años de la peste negra. Ahí conocí a otros empleados del lugar, todos me caían mal, exceptuando Samantha. Samantha y yo hicimos una relación un tanto cercana, ella me apoyaba en todo lo que necesitase y en esas noches de dolor (porque ser torturador no era fácil) me acogía en su seno. No sé si lo hacía por ordenes de mi padre o porque quería, pero era de suma ayuda. Todas las noches ella me escuchaba hablar sobre mi razón de estar ahí, Camila. Le decía cuanto la amaba y ella solo respondía con una triste mirada.

Ese lugar era un infierno por voluntad. Todas las personas eran depravadas que buscaban en el dolor y el sufrimiento, placer. Samantha decía siempre que esas personas fuera de ese recinto eran importantes, eran gente trabajadora y visionaria, pero desgraciadamente nacieron con «apetitos sexualmente especiales». Me causaba curiosidad saber como eran fuera de ese lugar, y en la fiesta que organizaba mi padre lo iba a saber. Se suponía que era una fiesta de celebración por el negocio con el alcalde, y ya que ese negocio beneficiaba a todos los clientes de Happyland, solo iban a ser invitados ellos y los trabajadores, aunque el tema central no iba a ser sexual, los clientes irían con ropa (lo que en ese lugar es raro) a comer y celebrar, nada más.

El día de la fiesta se acercaba y yo cada vez sentía más miedo, porque la única persona que no pertenecía a Happyland que sería invitada era Camila, y no sabía lo que iba a pasar, no sabía que planes tenía mi padre para ella, no sabía si ella se iba a enterar de mi trabajo, o que no estoy de vacaciones de reconciliación con mi madre. Todas esas dudas pronto se aclararían. Samantha también estaba preocupada por la fiesta, entendía y sentía mi dolor, pero no podíamos hacer nada para evitarlo.

El día anterior a la fiesta, mi tía, que en ese lugar era una furcia empleada, fue a mi habitación en la noche para disculparse por milésima vez y decirme que mi padre quería hablar conmigo.

-No te disculpes, no es tu culpa.- dije esto y me fui sin dejarla hablar. Cuando llegué al despacho de mi padre, él estaba con un suéter negro para hacer deporte mientras se levantaba el pantalón. A su lado estaba Samantha desparramada en un sofá, desnuda y muy agitada, como si hubiera corrido un maratón, con el pelo y el rostro embadurnados de sudor y la cara roja como un tomate. La vagina rosada y dilatada con líquido espeso casi transparente saliendo de su vagina. No hace falta explicar lo que hacían, pero cada vez me sorprendía más mi padre: tuvo una sesión de sexo lo suficiente para hacer sudar en cantidad a Samantha con el suéter puesto y no sudó ni una gota, se notaba serio y frío como siempre. «Él no es humano» me repetía cada vez más.

-Ve y te bañas, es menester hablar en privado con Gadriel.- dijo dirigiéndose a Samantha. Me sentí un poco traicionado de que ella follara salvajemente con mi padre pero a eso se dedicaba Samantha, además, aunque sea buena conmigo, seguía siendo una hija de puta sin escrúpulos.

-Sí, señor Corelli.-dijo caminando con un temblor en las piernas que intentaba disimular como podía hacia la salida pasando por mi lado.- Hola Gadriel ¿listo para la fiesta?- preguntó dirigiéndose a mí y clavándome un beso en la mejilla que me daba a entender que seguía de mi lado.

Después de salir, cerrando la puerta a mis espaldas, Andreas por enésima vez leyó mis pensamientos en mi cara de sorpresa.

-Realizo ejercicios aeróbicos todos los días, en esta habitación hay buena ventilación y tampoco fue tan salvaje, aparte que el estímulo sexual la hace sudar mucho.- «Algún defecto debía tener Samantha, si no… Su existencia para las demás mujeres no sería algo justo» pensé.- A estas alturas ya deberías saberlo…

-Para lamento tuyo, no. No lo sé.- respondí serio.

-¿No has tenido sexo con Samantha?

-No…

-Samantha no deja de importunar mi tiempo de labor con sus, execrables por lo excesivas, odas inspiradas en un joven de ojos celestes y barba roja de apariencia gemela a la mía.- obviamente se refería a que Samantha le hablaba de mí todo el tiempo.

-Yo estoy enamorado de Camila. No quiero tener sexo con ninguna otra mujer a menos que tú me lo obligues por el contrato.- Cuando dije eso mi padre esbozó una sonrisa que significaba que me equivocaba, eso me heló la sangre porque sabía en el fondo que él conocía algo que refutaría mi afirmación.

-El hombre es esclavo de sus palabras, ten cuidado de a quien le dedicas esos versos, hijo.- si su sonrisa me había helado la sangre, esa frase convirtió mis venas en ductos glaciares.- Aunque esa no es la razón de tu venida. Necesito que hagas un último mandado. Si lo logras, eres libre para siempre con la promesa de darte los lujos que desees.

-¿Tú qué sabes de Camila?

-No desvíes el tema a terrenos escabrosos por los cuales no quieres pasar, y lo sabes.

-¡Dime!- vociferé con furia y desesperación, sabía que tenía algo entre manos, ya varias pistas me había dejado para concluir que algo terrible iría a pasar con Camila.

-Todo a su debido tiempo. Ya no tiene sentido ocultar que, efectivamente, tengo un asunto con ella y una insipiente lección para ti. Así que te propongo otro trato, haz mi mandado antes que alguien, cualquier persona en la fiesta, logre hacerse con ella, es decir; sacarla a bailar; llevársela a un lugar privado; tocarla en lugares donde ella solo te da beneplácito, etcétera. Y con «cualquier persona», me refiero a cualquiera, incluyéndote. Si encuentro a Camila con otra persona, o a ti, haciendo una de las cosas que mencioné y tú no has hecho tú misión…- pausó un momento para tomar de un vaso de whisky que había en la mesa.-… Puedes llorar.

Sabía muy bien de lo que era capaz mi padre, pero ¿Por qué torturarme sin razón?. «Puedes llorar», esa frase me terminó de matar, me causó nauseas solo escucharla, significaba que iba a hacer algo con Camila que yo solo podría observar y, como él dijo, llorar.

-Seguro que tu razón para torturarme es probarme que el amor no existe- musité mirándolo con furia mientras el simplemente tomaba su whisky y sonreía.- ¿Que sentido tiene probarme eso? Ya te dije que apenas me vaya de este lugar no pienso volver a tu lado jamás.

-Aún no has escuchado mi trato para adelantar tu estipendio y salvar el alma de Camila…- Como sabía que no iba a responder a mis preguntas lo único que podía hacer era ganarle en su propio juego.

-¿Cuál es mi misión?, lord Corelli.

-Pese a que el tema central no va a ser lascivo, vas a protagonizar una escena porno en vivo para unos visitantes VIP que estarán en una sala aparte, ellos pagaron mucho dinero por verte a ti, el torturador preferido, tener sexo de la misma forma que se lo hiciste a la esposa del alcalde, ellos van a estar en alejados asientos y en obscuridad, así que no vas siquiera a saber si están ahí o no. Tu amante es la modelo Alicia Macri, tú y ella van a usar máscaras. Sus medidas son, por poco, iguales a las de Camila, por eso la escogí, para que te sientas cómodo y menos culpable de engañar a tu amada Camila, tú solo imagina que tienes morbosas relaciones sexuales con tu amada. Y no te engañes, no tomes por hecha la misión cuando liberes tu esperma, los únicos que deciden cuando se acaba la función son los visitantes VIP.

-¿Ese era tu asunto con Camila?¿Sus medidas?

-«Para lamento tuyo, no.»- utilizó las mismas palabras que yo usé para responderle antes.-¡Mateo!- inmediatamente después de su llamada apareció Mateo el guardia y me sacó agarrándome de la camisa y empujándome hacia la salida de la oficina, evitándome indagar más sobre sus planes con Camila.

Subí a mi habitación como pude, el estrés de las semanas de trabajo en ese sórdido lugar y el hecho de estar en un riesgo casi seguro de perder a la persona que más amaba me corroían por dentro. Estaba considerando muy seriamente tirar todo a la mierda y escaparme con Camila a un lugar donde mi padre no nos pudiera encontrar, pero ese mismo era el problema: Mi padre era capaz de todo ¿Que lugar del mundo es seguro? mi padre y sus contactos podrían rastrearnos en cuestión de semanas. Por otro lado no quería tener más sexo con otras mujeres, quería a Camila, solo a ella. Quería tenerla en mis brazos, rozar nuestras narices para luego fundirnos en un profundo beso en el atardecer de un día de ocio, palpar su hermosa figura una y otra vez, penetrarla y sentir sus cálidas manos apoyarse sobre mi pecho mientras gime de placer. Quería ver televisión con ella, abrazados, después de una maratón de sexo, verla reírse de lo que pasaban en la tele. Sentir sus milagrosos masajes en mi espalda hasta fingir estar dormido, que ella me diese un beso de buenas noches y dormirme de verdad con la satisfacción de saber que se quedó a mi lado una noche más, aunque sea una noche más. Quería sentirla aunque sea por un momento corto, por un minuto más. Eso sería suficiente para aguantar 3 meses de trabajo en Happyland.

Faltaban horas para que la fiesta empezara cuando yo aún no podía dormir. Duré toda la noche pensando que hacer para que Camila no hiciera nada atrevido ni con los invitados, ni conmigo, sin decirle la verdad de lo que pasaba. Mi potencial plan era ser el primero en recibirla y de alguna forma convencerla para llevarla a mi habitación y encerrarla sin que ningún invitado de la fiesta se enterara hasta que yo terminase el trabajo que, según mi padre, empezaba pasadas dos horas del inicio de la fiesta en una pequeña cabaña a 50 metros de la mansión. Iría a pedirles a los clientes las cosas que me querían ver hacer para no tener pausas en el acto y acortar mi tiempo de presentación. Pero mientras planeaba recordé lo más importante:»cualquier persona en la fiesta, logre hacerse con ella, es decir; sacarla a bailar; llevársela a un lugar privado…». «Llevársela a un lugar privado», y como en «cualquier persona» me incluía, no podía llevarla a mi habitación. Definitivamente mi padre supo lo que iba a planear antes de que siquiera se me ocurriese a mí. Durante unos segundos me sentí acorralado pero debía mantener mi cabeza fría como mi sangre. No podía dejarlo a la suerte o pensar que Camila no iría a bailar con alguien que no fuera conmigo, ella suele ser un ángel con todos, así que si alguien amablemente la invita a bailar en mi ausencia, ella aceptaría sin cuestionárselo mucho. No creía que Camila se dejara tocar partes íntimas así que no pensé mucho como evitar eso, pero si era mi padre el que la seducía, todo estaba perdido. Una posible solución sería arruinar la música de la fiesta, así no habría baile, pero resultaría muy difícil.

A las 5 de la mañana salí a dar un paseo en la finca de mi padre, en esa época no había forma de escuchar a Yamandú Costa y su increíble virtud con las siete cuerdas inalámbricamente, así que mi forma de meditar planes para salirme con la mía no era tan efectiva. Estuve hasta las 10 de la mañana caminando por senderos extensos, viendo a campesinos y su ganador, andando igual que yo, montañas y praderas hermosas con flores de todo tipo, jardineros haciendo esculturas con los matorrales y piscinas extensas en el final del sendero. Iba de la mansión hasta la piscina y viceversa cuando se me ocurrió algo para hacer a Camila intocable.

Fui corriendo hasta la mansión y vi que estaban organizando todo para la fiesta, la cual estaba programada para las 7 de la tarde. Caminé hasta la cocina y vi que estaban apenas preparando la comida para todos los invitados, pude localizar al chef en jefe de la cocina, Ramiro, un hombre con brazos musculosos pero panza desorbitante, de tez morena y ojos negros, un metro setenta y seis de alto y supongo que dos de ancho. No eramos amigos pero lo poco que conocía de él, me daba a entender que era un hombre honesto y sin depravaciones, con una familia que cuidar y muy honrado. Había charlado antes con Ramiro ya que él servía los aperitivos para los empleados después de un día de trabajo en Happyland, me conocía como el hijo del «patrón».

-Disculpe, señor Ramiro ¿Puedo tomar un minuto de su tiempo?

-¡Eh! Pero si es Saint Laurent. Cefalóforo de Happyland.- respondió con una palmada en mi espalda, muy dolorosa para mi gusto pese a ser yo mucho más alto que él.- Entiendo que está usted en mayor rango que yo, pero ahora no está trabajando, no creo que se le vaya a caer la lengua por tratarme informalmente¿no? ¡Que llamarme señor me hace sentir viejo, hombre!- dicho esto soltó una carcajada y me hizo un gesto con la mano para que le siguiera.- sígame por acá, que por aquí hay mucho oído de tía chismosa.- dijo mirando a unas mucamas que lavaban la loza, que lo miraron con un gesto de enojo fingido y una pequeña risa. (Cabe aclarar que cuando dijo «tía» no hacía referencia a mujer, como es normalmente utilizado en España. Ramiro era Colombiano y ahí las tías (hermanas de las madres) tienen la reputación de meter las narices donde nadie las llamó, igual que las putas vecinas sexagenarias que le decían a tu esposa que te vieron llegar con una «amiguita» a las dos de la mañana. No todas obviamente, pero ya se convirtió en un chiste universal. No sé como será en demás países, pero sentí que debía aclararlo).

Lo seguí hasta una puerta que llevaba a las afueras de la mansión, en una fuente de agua al frente de la mansión se sentó y le pegó dos palmadas al espacio que había a su lado invitándome a sentar ahí, como si fuera un perro.

-No tome»s» tantas confianzas, Ramiro. Pero ahora mismo necesito tu ayuda.

-Lo siento.- dijo apartando la mano y reposándola sobre su regazo.- Entonces dígame ¿En que necesita mi ayuda?

-Una de las invitadas es mi novia, y llevo esperando mucho tiempo para pedirle matrimonio, así que estaba pensando darle una comida especial para ella, su favorita, con una sortija de compromiso en un lugar escondido pero no del todo. Para que no se la trague por accidente.- cuando dije lo último soltó una carcajada, de nuevo y me volvió a golpear la espalda.

-Tiene usted toda la razón, ya me lo han pedido antes, y he tenido el infortunio de no poder evitar reírme cuando las novias se tragan el anillo, causando muchas molestias a mis jefes, pero ¡¿Quien los manda a no avisar?! ¡¿Como iba a saber yo que el futuro marido no estaría atento de ese detalle?! ¿Sí me entiende?

-Sí te entiendo.

-Bueno, pues ¿Que desea la novia?

-Pollo sudado en salsa de champiñones, puré de papa gratinado y ensalada agridulce con piña y queso. El anillo lo meto en la comida luego, pero necesito que me lo muestres antes de servirlo ¿A que horas lo sirven?

-Una hora y media después del inicio de la fiesta.

-Bien, me lo muestras antes para ponerle el anillo.

-Sí, su merced.

Como esa mansión estaba muy distanciada de la ciudad, debía comprar el anillo en el pueblo más cercano. Inconveniente número uno: No tenía un medio de transporte efectivo para llegar hasta el pueblo; Inconveniente número dos: Ni por la puta madre me iría caminando hasta allá;Inconveniente número tres: Debía hacerlo por Camila, Iba a hacerlo por Camila. Recordé que cuando llegué a la finca escondida había visto a un campesino salir caminando hacia la carretera, en dirección al pueblo, así que no era imposible. El tiempo de recorrido que yo había contabilizado cuando me llevaron los guardias hasta Happyland en auto era de treinta minutos0, pero el recorrido de la mansión hasta el portón que llevaba a la carretera era de veinte minutos en auto, aunque duraba eso ya que era un camino de barro con relieves y el auto tenía que andar despacio. Me encomendé a la virgen de Guadalupe, aunque fuera antiteísta, y me fui caminando a paso acelerado desde la fuente donde había hablado con Ramiro hasta el portón.

Durante el trayecto me encontré a campesinos y guardias, los cuales me preguntaban mi razón de irme, a lo que yo siempre respondía diciendo que era una sorpresa. Cuando llegué al portón ya estaba sudando un poco, pero aún me sobraban energías para caminar hasta el pueblo y con el dinero que tenía, que no era mucho, comprar algún tipo de sortija para que mi excusa de ver la comida especial para mi «futura esposa», antes que ella, fuera más creíble.

En el trayecto hacia el pueblo tuve una hermosa sorpresa: Un coche bajó su velocidad al pasar al lado mío y se detuvo unos veinte metros delante de mí. Un Mercedes Benz con vidrios polarizados y sin placa. No le di mucha atención y seguí caminando, pero cuando pasé a su lado se bajó la ventanilla y para mi sorpresa, era Samantha.

-¡¿Quien es ese bombón?!- dijo en tono humorístico después de soltar un chiflido de albañil hambriento.- ¡Vente pa’cá que te voy a dal to’o lo que te meleces, papi!- gritó con acento puertorriqueño que me soltó una sonrisa sonrojada.

-No más reggaetón para ti.- dije riéndome y como respuesta me dio una sonrisa divertida que me quemó el corazón por sobrecalentamiento por ternura. Por el tiempo que duró esa sonrisa olvidé mi razón de ir al pueblo.

-¿A donde vas?

-Al pueblo.

-Entra, yo te llevo.- dudé un momento en entrar pero según mis cálculos, aún me faltaban 2 horas de caminata, aparte que el cielo no tenía nubes y al sol se le notaban las ganas de joderme la poca cordura que me quedaba, entonces fui corriendo a la puerta del copiloto, pero cuando estaba a punto de abrirla el auto se movió hacia adelante. Caminé hasta la nueva posición de la puerta para abrirla, pero otra vez se volvió a mover el coche y se abrió la ventanilla de la puerta del copiloto.

-Hoy estás muy graciosa ¿no?- dije mirándola como lloraba de la risa a través de la ventanilla.

-¿Creíste que te iba a llevar gratis?- preguntó limpiándose las lágrimas de risa que le salían.

-Pues sí… ¿no?

-Pues no… Vas a tener que pagarme de alguna manera…

-Con este calor… ¿Que te parece si te gasto un helado?

-¿A que te refieres con «gastar helado»?- dijo coqueta.

-Me refiero a ir a buscar un camión de helados y…

-¿Follar?- me interrumpió antes de siquiera terminar mi idea.

-No… Y comprarte un helado.

-¿Para después follar?

-¿Por qué crees que te quiero follar?

-Tuve un novio que siempre me decía que me invitaría a comer helados, pero en realidad me llevaba a un motel a follar.

-No todos los hombres somos así… Sabes muy bien que Camila es la única.- O al menos de eso estaba convencido para ese entonces.

-¿Y Blanca? La que te follaste en la fiesta…

-Eso es diferente… ¿Me vas a llevar o no?

-Sí, pero me debes un helado… Entra, que el «Samantha’s Enterprise» está camino al pueblo de mierda ese.- dijo «Samantha’s Enterprise» haciendo referencia a Star Trek.

Me monté en el Mercedes y el auto aceleró hasta llegar a una velocidad poco legal. Durante todo el trayecto estuve pensando que mi momento había llegado, esquivaba autos en zigzag como si fuera GTA mientras hacía sonidos de coche:»ñaaaaaaaaan, ñiiiaaaaaan» seguramente para asustarme haciéndome pensar que no sabía manejar. Puede que haya sido la virgen de Guadalupe a la que me encomendé, pero por milagro llegamos vivos a nuestro destino. Ya estando en el pueblo, Samantha y yo buscamos una joyería por todo el pueblo, mientras dábamos vueltas en el coche ella me contó que me había visto en la fuente hablando con el chef Ramiro para luego verme caminar solo hacia el portón. Fue a investigar con Ramiro pero él, fielmente a mí, se negó a decirle, así que Samantha tuvo que, según ella, utilizar sus «Técnicas ninja de seducción maestras» también conocidas como «Jutsus» para que Ramiro empezara a cantar como pájaro. Luego me enteraría que esas técnicas de seducción son verídicas y funcionan bastante bien cuando ella quiere enamorar a alguien, el mundo podía estar a sus pies si quería.

Encontramos una joyería de poca confianza por su aspecto, pero estaba desesperado por una sortija de cualquier tipo, así que le pedí a Samantha que esperase en el auto mientras yo compraba la sortija. Cuando llegué a la puerta vi un letrero de cerrado, igualmente intenté abrirla pero, efectivamente, estaba cerrada. Era una puerta de cristal y pude ver a través de ella al tendero negándome con la cabeza, diciéndome que estaba cerrada. Me iba a dar por vencido cuando vi a Samantha entrar al local por la trastienda.

-Samantha, no sé que te pasa hoy, pero algo me dice que estuviste consumiendo popper.- musité mientras veía al tendero sorprenderse por verla detrás de él. Ella lo miró de una forma que excitaría a cualquiera, es más, yo me excité con solo ver como caminaba hacia el tendero moviendo semejantes caderas y mirándolo directamente al alma con esos ojos de color verde salvia. En medio de la pasarela hacia el tendero me pude dar cuenta que, como lo había predicho, estaba bajo efectos de alguna droga no muy fuerte o en poca cantidad. Podía ver en su caminar cierto desequilibrio y su mirada un poco perdida, pero sin quitarle lo seductora. El tendero se quedó mirándola hipnotizado mientras intentaba responder a lo que ella le decía, que, al estar yo por fuera del local, no pude escuchar. El tendero se sonrojaba cada vez más mientras ella seguía con su «Técnica ninja de seducción maestra». Cuando estaba lo suficientemente cerca reposó sus manos en el pecho del tendero que era un poco más bajo que ella e hizo un puchero, seguramente le estaba diciendo que necesitaba una sortija y no tenía como pagarle o algo así, al menos eso era lo que me imaginaba que estaba pasando según mi experiencia viendo películas porno con ese mismo escenario. El tendero se giró, dándole la espalda, para abrir una estantería llena de anillos de compromiso. En ese momento veo a Samantha mirándome con una sonrisa malévola, metiendo su mano dentro del bolso que colgaba en su hombro y sacando un frasco lleno de líquido y un pañuelo. Regó el líquido en el pañuelo y se empezó a reír mientras se ponía el dedo índice en los labios indicándome que hiciera silencio.

-Nos van a meter a la cárcel por tu culpa, Samantha.- dije susurrando mientras veía semejante escena que se iba a montar Samantha. Puso el pañuelo rápidamente en el rostro del tendero tapándole la boca y la nariz, él se intentó zafar de las psicópatas garras de Samantha pero ella se le abalanzó encima, subiéndose en su espalda haciendo que el pobre tendero cayera al suelo. El resto no lo pude ver porque pasó detrás del mostrador pero después de cinco minutos salió Samantha del mostrador riéndose con la llave hacia la puerta en la que vi todo.

-¡Antes de entrar tienes que quitarte el pantalón y la camisa!- gritó mientras se quitaba el pantalón y la camisa.

-¡Déjate de tonterías!

-¡Ah! okey. Veo que no quieres entrar…- como no tenía tiempo que perder me quité la camisa y dejé al aire libre mi pecho desnudo, lo que hizo que Samantha me mirara de una forma muy pervertida.

-¡Ahora el pantalón!- miré hacia atrás para confirmar que no hubiesen transeúntes menores de dieciocho años pasando detrás de mí y me quité el pantalón. Samantha abrió la puerta y me puso la mano en el pecho para no dejarme pasar.- Quiero el helado que me prometiste. Si no, no hay anillo.

-No, si me hubieras dicho antes te lo hubiera traído.

-Ups, que tonta soy. Entonces, si no hay helado, no hay anillo. A menos que…- En eso volteó, pegó su culo contra mi paquete y lo movió lenta y circularmente por toda mi entrepierna.

Es difícil de explicar, pero cuando tú tienes un amor por los culos grandes como la tengo yo y una mujer de semejante belleza se te insinúa de esa manera: con el mejor culo que este planeta haya visto (al menos a percepción mía) restregándotelo por toda tu entrepierna, tú simplemente no te puedes resistir. Díganme, queridos lectores, si están de mi lado o no. Yo simplemente miré hacia una pita que manejaba el movimiento de las persianas de la puerta de cristal, volví mi cabeza hacia el andén del frente y halé de la pita haciendo que la persiana no dejara entrar la luz del sol.

-Perdóname Camila… Pero Samantha está demasiado buena.

Agarré sus caderas y la pegué más a mi entrepierna mientras ella movía mi verga con su culo. La cogí del pelo y acerqué su cuello a mis labios para besárselo. Ella empezó a gemir suave pero continuamente. Para ese punto tenía el pene más duro que el cemento. Con la mano derecha busqué su tanga y la empecé a bajar. Ella palpaba mi slip estimulándolo más de lo que estaba. Cuando logré con su coño ella ya me había bajado el slip, masturbando el pedazo. Yo hice lo mismo con su coño, sobando lentamente su clítoris, bajando hasta su raja y volviendo a subir notando como lentamente se le mojaba.

-Espera ¿Y el tendero?

-¿Acaso eres marica? no me importa que esté viendo o no.¡Fóllame de una puta vez!

Ya tenía el visto bueno de Samantha, así que, agarrándola del pelo, la puse de rodillas para que engullera mi verga antes de penetrarla, ella obediente se arrodilló y la agarró con las dos manos, me miró y jugando con su lengua en mi glande masturbó el tronco. Lentamente fue engullendo más y más, primero acariciaba con los labios la cabeza, luego la fue metiendo más hasta tener la cabeza completa en la boca para después engullir el tronco completamente, lo cual era un logro para cualquier mujer. Cuando la tenía toda dentro la sacaba lentamente mientras la apretaba con los labios y chupaba como si literalmente estuviera intentando sacarme la leche de los huevos como si mi cipote fuera un popote. Cuando la terminaba de sacar totalmente sonaba un «¡plop!» y volvía a hacer el mismo proceso hasta que me dejó al borde de la eyaculación. Estando a punto de correrme la levanté y la empotré contra la puerta de cristal, mojé mis dedos de saliva y se los metí mientras ella se empinaba y sacaba más el culo en pompa.

 -¡Métemela ya!

 -¿Lo quieres dentro?- le susurraba al oído mientras movía mis dedos en forma de garfio dentro de su vagina.

-¡Sí! ¡Por favor!

Saqué mis dedos de su orificio y se los puse en frente de los labios, mensaje que ella entendió perfectamente y los empezó a chupar mientras gemía golosa. Con mi mano libre cogí mi verga y la ubiqué en la entrada de su vagina rozándola de arriba a abajo sin llegar a penetrarla. Me encantaba escucharla como pedía a gritos que se la metiera. Seguí con el juego hasta que se movió hacia atrás ensartándose ella misma la polla hasta la mitad y soltando un grito.

-¡Ay! por fin hijo de puta.

Saqué mis dedos de su boca y la cogí con fuerza de las caderas controlando sus movimientos. Empecé suave, luego el que se movía era yo. La comencé a penetrar con fuerza hasta lo más fondo que podía llegar. Gemía y gemía mientras aumentaba mi velocidad. Duramos así por poco más de cinco minutos hasta que se me ocurrió una idea para ver los límites a los que ella podía llegar. La separé un poco de la puerta sin dejar de penetrarla y halé de la pita que controlaba la persiana haciendo que se abriese lo más posible y volví a pegar su cara contra el cristal. No estaba seguro si era su forma de ser o el efecto de la droga que injirió, pero empezó a gemir más fuerte.

-No sabía que eras tan perra, Samantha.-En realidad sí lo sabía, pero quería saber cual era su respuesta.

-Tú no me conoces todavía.- dijo entre jadeos, gemidos y risas.

Por suerte para el dueño de la tienda, no muchas personas pasaron al lado de la tienda, pero los que pasaron se quedaron mirando como los senos de Samantha se movían al son de mi entrepierna y su rostro se desencajaba de placer. 

-Te pareces a Nicole con Alex. 😉

-Eres malo… No… Eres un hijo de puta.

Fin de la primera parte.