Con mi amiga cada tanto nos comemos el coñito, el esposo de ella nos descubrió y terminamos haciendo un trio delicioso

Como ya les había contado, Sandra y yo comenzamos una deliciosa relación lésbica en la que nos fascinaba comernos la conchita una a la otra, los días miércoles eran nuestras sesiones de sexo, sin falta ni demora.

Un día llegamos a casa de Sandra y sin siquiera terminar de cerrar la puerta, ya tenía mi mano dentro de su conchita, sintiendo lo mojado de su caliente vagina, me encanta sentir su sexo húmedo, me hace sentir que es toda mía. Comencé a besarle los labios, el cuello, los hombros, todo mientras le quitaba la ropa y la lanzaba lejos, quería tenerla completamente desnuda para disfrutar su caliente cuerpo, de repente su teléfono comenzó a sonar, pero no le dimos importancia.

– Deja que se vaya a buzón, es Raúl – dijo mientras dejaba el teléfono en la mesa ignorando la llamada de su marido.

Seguí besándola, en especial mamando sus tetotas gordas y deliciosas, pero su teléfono volvió a sonar.

– ¿Qué quieres?- Le respondió a su marido.

– Nada más quería saber qué harás de cenar, se me antoja algo rico – se oyó por el altavoz.

– Hago lo que quieras, tú dime.

– Al rato que llegue te digo, espérame con ropa bonita a ver si mejor te como a ti – dijo Raúl tratando de ser seductor.

– Está bien, te espero vestidita y mojadita, mi amor – dijo mi sensual Sandra, mientras me guiñaba un ojo y mi mano estaba en su coño.

– Perfecto, te veo al rato – dijo Raúl y colgó.

– Ahora vas a tener que dejarme bien mojada, para cumplirle a mi marido – dijo Sandra mientras me quitaba la blusa y me mamaba las tetas.

Sentía su lengua recorriendo mis tetas, sus dientes apretando mis pezones, quería comerle la cochita, sentir su húmedad en mis labios, la lancé a la cama y comencé a lamer sus tetas mientras acariciaba su clitoris, la quería bien mojada cuando mi lengua llegara a su coñito, la sentía temblar y gemir mientras la tocaba, llegué a su conchita y pasé mi lengua por su duro clitoris, ella se retorció en mi lengua…

– También te quiero comer, quiero probarte, que nos vengamos juntas – me pidió Sandra, así que me subí a la cama y puse mi conchita en su boca mientras seguía comiendo la suya, un exquisito 69 era lo que necesitábamos.

Estaba sintiéndome en el cielo, con la lengua de Sandra recorriendome y la mía sintiendo sus jugos, pero en un momento ella se detuvo, no le di mucha importancia, supuse que estaba a punto de venirse y por eso se había detenido, seguí comiendo su deliciosa vagina cuando de repente sentí unas manos en mi cadera, quise moverme, pero no pude.

– Sabía que andabas de puta, pero no me imagine que con esta perra, creí que te gustaba la verga – le dijo Raúl a Sandra, sin soltar mi cadera – Miren nada más, par de enfermas, ¿no les da vergüenza estar de puercas en mi cama? – quitando la mano derecha de mi cadera, y poniendo la izquierda fuertemente en mi espalda, sin permitir que me moviera.

Estaba asustada, con Sandra debajo de mí y yo sin poder moverme por la mano de Raúl, él es un tipo muy alto, más de 1.90, y de complexión robusta, por lo que junto a mi cuerpo de 1.60 y 60 kg, era considerablemente más fuerte, volteé mi cabeza y lo único que veía era su rostro molesto y que estaba desabrochando su cinturón, no quería ver eso, me imaginaba lo que se avecinaba, no sabía qué sentir, por un lado me sentía excitada por la idea de un trío con la mujer más ardiente a la que e hubiera cogido, y por el otro me sentía violada, ultrajada.

Raúl dejó caer su pantalón y con su mano derecha comenzó a meterme dos dedos en la conchita, sus dedos eran gruesos y ásperos, pero yo estaba tan mojada que entraron sin ningún problema, llegó sin problemas a mi punto G, que estando a gasta quedaba completamente a su disposición.

– Estás bien mojada, perra, y tienes la conchita bien apretadita, quién se lo imaginaría de una perrita tortillera, se nota que no te han entrado muchas vergas. – Me estaba ofendiendo, pero yo me sentía extremadamente caliente, casi le grito que me metiera la verga de una buena vez.

– ¡Ya déjala! – le pidió Sandra que seguía inmóvil debajo de mí.

– La voy a dejar hasta que la puta haga que me venga tanto como ha hecho que te vengas tú.

No terminó de decir la frase cuando su enorme verga ya estaba enterrada en mi conchita; a pesar de tener un hijo y haber tenido bastantes parejas sexuales, la verga de Raúl era la más grande que me hubiera penetrado, al principio sentí mucho dolor, la lubricación previa no fue suficiente para aminorar el impacto de semejante verga. Comenzó un mete saca maravilloso, no podía creer lo mucho que estaba disfrutando sentir a ese cerdo cogiéndome en contra mi voluntad.

– Si no quieres que tu perra sufra, deberías seguir comiéndole el botoncito, seguro que así se va a mojar más – le dijo Raúl a Sandra.

No sé cuál haya sido la expresión de Sandra ante tal sugerencia, pero en un momento comencé a sentir sus dedos en mi clitoris, me sentía en las nubes, con una verga enorme penetrándome y unos deditos suaves masajeando mi botoncito, me vine como una loca, sentí que solté un chorro que le mojó hasta los huevos a Raúl.

– Mira qué rico se vino la putita, aprietas delicioso, perra, con razón tienes tan feliz a tu marido, si así lo mojas a él, seguro que te coge diario. – me dijo mientras se salía de mí.

Una vez que Raúl me soltó, me recosté en la cama y Sandra pudo moverse, estaba asustada, no sabía qué le haría a ella, Raúl la tomó del brazo, la bajó de la cama y la puso de rodillas en el suelo, sin mayor contemplación, le metió toda su enorme verga en la boca, fue sorprendente que le entrara toda, le salían lágrimas de los ojos, mientras él le metía y le sacaba sus 20 centímetros de carne. Yo estaba en shock, no sabía qué hacer, había tenido uno de los mejores orgasmos de mi vida, pero estaban violando a mi mujer, en un momento Sandra se sacó la verga de la boca

– Ya metemela, quiero venirme como ella, te quiero adentro, a ver si logras darme una venida como las que me da ella – retó a Raúl.

– Mira nada más a la perrita, de tortillera a ninfómana, ahora resulta que ya no se te antoja la puchita, ahora quieres verga, pero no, puta, tú no vas a tener verga hoy, hoy es para tu novia.

Yo me quedé helada, pensé que habría quedado satisfecho con haberme cogido una vez, pero no, aparentemente seguiría disponiendo de mi cocnhita.

– Quiero ver cómo le comes las tetas a tu puta – le dijo a Sandra, por lo que ella, muy obediente, se acercó a mí y comenzó a chuparme.

Sentía su lengua tibia recorrerme y no podía evitar mojarme, me fascina su lengua, mientras ella chupaba mis tetas, Raúl me levantaba las piernas hasta sus hombros y me penetraba de nuevo, me sentía completamente llena, era una sensación indescriptible, deliciosa. Raúl entraba y salía de mí con una facilidad increíble, y yo no dejaba de mojarme por las chupadas de tetas que Sandra me daba.

– ¡Sí, dámela toda! ¡Cógeme bien duro! – le rogaba a Raúl, totalmente entregada a su dura verga.

– ¿Te gusta, verdad perrita? Necesitabas una verga bien dura y gorda para que se te quitara lo marimacha, verás que después de esta cogida, nunca vas a querer concha de nuevo.

Sintiendo a Sandra acariciar y chupar mis tetas, realmente dudaba que me dejara de gustar su mojada concha, pero en definitiva me gustaría combinarla con la gorda y tiesa verga de su marido.

Raúl me cogía sin contemplaciones y yo tenía un orgasmo tras otro, sentía que me escurría por todas partes, mi espalda estaba empapada de mis venidas, ya no aguantaba más, hasta que Raúl anunció que se venía.

– ¡Ya, putita, ya me apretaste mucho! ¡Te voy a llenar de leche!

– ¡No te vangas adentro, no tomo pastillas! – le pedí.

– Claro que me voy a venir adentro, perra, quiero que sientas mi leche llenando tu puchita de perra caliente.

No pude zafarme de su verga cuando sentí los chorros de leche caliente llenándome, tuve otro orgasmo delicioso tan sólo de sentir su espeso semen entrando en mi cuerpo.

– Ahora si tanto te gusta comerte a esta perra, cómete la leche de su conchita – le dijo Raúl a Sandra.

No me imaginé que fuera a hacerlo, pero comencé a sentir su lengua en mi clitoris, sentí cómo metía toda su lengua en mi vagina, succionando la leche que Raúl me había lanzado, me sentía volar, tuve al menos otros dos orgasmos gracias a la lengua de mi hermosa y caliente amante.

Los tres nos quedamos recostados en la cama hasta que fue hora de recoger a los hijos de la escuela… los tres llegamos a la escuela y al salir los niños nos despedimos como si nada hubiera pasado. Yo me fui a mi casa y cuando mi marido quiso coger le di algún pretexto idiota, no tenía energía después de las metidas que me dio Raúl. A pesar de haber sido prácticamente violada, moría de ganas por repetirlo, su enorme verga mezclada con la boca de mi hermosa Sandra, fue algo fuera de serie.