A Theo, mi querido hijo no se le levanta. Pero no me rindo y hago todo lo necesario para que se le ponga bien durita

Desde lo de anoche no hemos vuelto a hablar del asunto, hoy en la cena saco el tema y Theo me rehúye de nuevo la conversación.

— Vamos Theo, ¡no pasa nada hombre! Soy tu madre, puedes confiar en mí.

— Lo se mamá, pero aún me da vergüenza, no sé por qué se puso dura anoche y no he conseguido repetirlo.

— Bueno no importa Theo, ya volverá, quien sabe, ¿te preparo el baño?

— Está bien mamá.

De nuevo en la bañera, le froto la espalda y repito el ritual de ayer lavándolo, Theo se relaja y me deja que lo acaricie, llego incluso a rozar con la manopla su miembro, pero este no despierta.

Entonces recuerdo, pis me viene a la mente.

Voy al váter y me bajo las braguitas, hago un poco de pipí, me levanto y me limpio, lo hago disimuladamente, pero me tomo mi tiempo, miro a Theo y él me mira, entonces me subo las bragas muy despacio, las ajusto a mi culo y me dejo caer la falda.

Me acerco a Theo y ambos miramos abajo. Hoy no ha surtido efecto.

Me niego a rendirme, me pongo delante de Theo y me levanto la falda, me nuestro desnuda ante él, me giro y lo vuelvo a mirar. Permanecemos en silencio.

— Sabes Theo, a veces me masturbo, no puedo evitarlo, desde tu accidente no salgo con hombres, no te sientas culpable, no lo necesito, cuando me toco me doy mucho placer.

Le digo con la falda levantada delante suyo.

— Vamos mamá, ¡me da mucha vergüenza!

— ¿Tú ya no recuerdas lo que se siente al meneártela Theo? ¿Tú lo hacías verdad? ¿Pensabas en Brooke?

Le atosigo a preguntas mientras le muestro mis muslos desnudos y metiéndome las braguitas en la raja de mi culito me giro para que me vea.

— Guardo un buen culo aún de mi juventud, siempre lo tuve bonito, ¿no crees? —le pregunto.

— ¡Mamá, esto no me ayuda mucho!

— Bueno hijo, ¡al menos tenía que intentarlo! ¿No? —protesto.

Tiro el agua y lo aclaro, lo seco y le ayudo a salir y a vestirse. Vamos a su cuarto y se acuesta. Me siento en su cama y entonces noto que se está fijando en mis pezones. Se me ha n puesto duros y manchada por el agua, no me he dado cuenta de que mi camiseta se ha pegado a uno de ellos y se transparenta un poco.

Entonces meto la mano entre las sábanas y, ¡ahí está de nuevo! Theo tiene una media erección, no lo dudo, le meto las manos en los calzoncillos y a flor de piel se la muevo. Tiro de la sábana y se la saco, Theo la mira asombrado y me mira a mí.

Tomo su mano y la poso sobre mi pecho mojado por el agua, no llevo sujetador, para dormir me lo quito y sólo llevo la camiseta.

— Mira qué duro mi pezón, te imaginas que soy Brooke y estoy aquí contigo, ¿eh?

Le insinúo y sigo masturbándolo. Me levanto la camiseta y me la saco por los hombros, sin perder un segundo empuño su pene y sigo moviéndolo.

— ¿Puedo? —me pregunta Theo refiriéndose a mis pechos.

— ¡Claro, tengo una idea mejor!

Me inclino y le pongo uno en la boca.

— ¡Chúpamelos Theo, como cuando eras bebé y mamabas de estos pechos, vamos no te avergüences hijo!

Siento como lo hace, es una sensación extraña pero placentera, sigo meneándosela, su erección es cada vez mayor, está realmente tiesa.

Siento que se estremece, al menos su torso lo hace, su pene empieza a soltar andanadas de semen que sube y vuelve a caer manchando mi mano, su pelvis, los muslos y su barriga.

Nos quedamos anonadados mirando el espectáculo, se la estrujo y tomando una toalla lo limpio.

— ¡Qué has sentido! —le pregunto emocionada.

— No sé mamá, no ha sido un orgasmo exactamente, pero: ¡me ha gustado! —concluye sonriente.

Le doy las buenas noches y me voy a mi cama.

La noche aún no ha acabado para mí, me acaricio mi sexo, estoy tan excitada y caliente que me deleito largo rato aproximándome al orgasmo y retrasándolo hasta que me corro por todo lo alto.